A las elecciones las organiza y las juzga el Estado, pero lo que ocurre en las mesas el día de la elección está en manos de la ciudadanía y por eso la participación es determinante para la calidad de los comicios.
Las elecciones son una empresa colectiva, un acontecimiento esencialmente ciudadano. Cada elección nacional es un enorme esfuerzo logístico que abarca todo el territorio del país, en el que se habilitan 90 mil mesas de votación para recibir el voto de los 30 millones de argentinos registrados en el padrón. A las elecciones las organiza y las juzga el Estado, pero lo que ocurre en las mesas el día de la elección está en manos de la ciudadanía y por eso la participación es determinante para la calidad de los comicios. A las elecciones las hacemos entre todos.
Y no se trata sólo de ir a votar. Las elecciones como las conocemos serían inviables sin la participación de los presidentes de mesa para conducir la votación y de los fiscales para controlar lo que ocurre en cada mesa.
Los presidentes de mesa son la máxima autoridad en la mesa que les toca administrar. Son ciudadanos no afiliados a partidos políticos que se designan al azar para que conduzcan la elección de manera ecuánime y como dicta la ley. Su trabajo es crucial: ellos garantizan que cada elector pueda ejercer su derecho a elegir y cuentan los votos. Los votos que ellos reportan son los que se suman para calcular el resultado final de la elección, porque las urnas no vuelven a abrirse ni los votos a contarse, salvo que haya un reclamo.
Los partidos también hacen lo suyo. Ponen los fiscales que cuidan los intereses, las boletas y los votos de sus respectivas agrupaciones y, al hacerlo, generan un control cruzado sobre lo que ocurre durante la votación.
Un estudio reciente de CIPPEC muestra que las elecciones generales de 2015 en la provincia de Buenos Aires, donde vota el 37% del electorado nacional, funcionaron bien y fueron íntegras. Después de haber buscado sistemáticamente, no encontramos ningún elemento para sostener lo contrario. Estos resultados no se explican sino por un esfuerzo colectivo: una organización eficaz; presidentes de mesa que hicieron bien su trabajo; electores que fueron a votar (aún en las PASO y aunque en algunos lugares tuvimos que ir a las urnas 6 veces en un año); partidos que plantearon opciones competitivas y estuvieron presentes con sus fiscales en los lugares de votación; un escrutinio transparente y abierto.
Cuando todos hacemos la parte que nos toca, las elecciones funcionan.