Bajo el paradigma de las smart cities, las principales urbes del mundo buscan aportar valor a través de una redefinición de la tecnología puesta al servicio de la sustentabilidad. El impacto en la vida de sus habitantes.
Las personas eligen vivir en las ciudades porque allí se concentra la infraestructura y los servicios más necesarios. Pero el crecimiento de las urbes exige que se adapten también a las nuevas formas de trabajo, de producción y al impacto climático que todo eso conlleva.
Como explica Gabriel Lanfianchi, director del programa de Ciudades del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), “ser una ciudad inteligente no tiene que ver exclusivamente con la incorporación de tecnología, aunque ese es un elemento central en la actualidad. La ciudad inteligente logra mejorar la calidad de vida de sus habitantes al mismo tiempo que garantiza su sostenibilidad’.’ Por ejemplo, un estudio reciente de CIPPEC sobre la expansión de los grandes aglomerados muestra que las metrópolis crecen sin planificación y muy por encima del crecimiento poblacional. En cambio, las que planifican su crecimiento son más inteligentes en su manera de funcionar. Este es hoy el desafío: generar una inteligencia en torno al funcionamiento que represente un verdadero valor agregado para los habitantes.
Según un relevamiento realizado por Smart Cities World, Singapur, Londres y Barcelona son las ciudades más inteligentes del mundo. Esta selección se basó en la visión que tienen de sí mismas a largo plazo, en la incorporación de nuevas tecnologías que mejoran la calidad de vida urbana y generan nuevos puestos de trabajo, y en su capacidad para disminuir el impacto ambiental. Además, como especifica Lanfranchi, otro tema a destacar es que “en un contexto en el cual las ciudades van a seguir creciendo, la buena coordinación entre los gobiernos locales resulta indispensable. Otros casos exitosos donde el gobierno aborda temas metropolitanos como el transporte y el uso del suelo son las localidades de Valle de Aburrá, en Colombia, y Portland, en los Estados Unidos.
Buenos Aires avanzó en los últimos años en varios proyectos que la vuelven más inteligente y en 2017 logró ser premiada por el Smart City Expo World Congress por el programa ‘Cuidemos los alimentos,’ que busca reducir el desperdicio y crear una mayor responsabilidad en el consumo’.’ Otras de las iniciativas más valoradas de los últimos años a nivel local fueron la implementación del WiFi público, la peatonalización de zonas específicas y el sistema de bikesharíng. “La red de ecobicis, aunque todavía debe expandirse en el territorio, es muy exitosa, da una alternativa de transporte gratuito, ecológico y saludable. También se avanzó en la apertura de los datos que produce la Ciudad de Buenos Aires, algo que hace a la transparencia y facilita la participación de las personas, dos condiciones para que una ciudad sea inteligente’,’ enumera Lanfranchi.
Según un estudio realizado por la consultora Accenture, las smart cities ya están generando mejoras concretas que se perciben en distintos aspectos, como la reducción en los tiempos de viaje, la mejora en la seguridad pública y la generación de un avance en el manejo inteligente de la red de información. Todo esto, explican los analistas, se impulsará aún más con la incorporación de la tecnología 5G -que ya funciona en el mundo y se espetó que para 2020 esté instalada en el país. Esta nueva generación tecnológica abre la posibilidad de conectar más dispositivos a mayor velocidad para generar mayor confiabilidad y priorización de la información, y todo con un bajo consumo de energía. Juan Marcelo Juliano, director de Accenture, explica que esto tendrá, además, consecuencias positivas en cuanto a las mejoras en las condiciones de vida: “La implementación de la tecnología 5G nos abre la posibilidad de cruzar datos en tiempo real, multiplicar las interconexiones y utilizar toda esa información para beneficiar a los diferentes ámbitos’.’ Específicamente, Juliano enumera la posibilidad de sumar más cámaras de seguridad y de mayor calidad, aplicaciones que reconozcan rostros, luminaria pública inteligente que detecte el flujo de personas, entre otras bondades que esperan en un futuro cercano.
El rol del Estado El concepto de inteligencia se transforma en una realidad tangible cuando todos los actores se involucran en el tema. Empresas, instituciones educativas y la sociedad entera deben participar, y la figura del Estado juega un rol principal. “Necesitamos un Estado que incentive y que cree las condiciones para que la ciudad se anticipe a los dilemas urbanos del futuro. Como la infraestructura es condición sin equa non para el desarrollo de las economías colaborativas, la inversión que comenzó a hacer el Estado con la Red Federal de Fibra Óptica, por ejemplo, es un importante primer pasó”, detalla Lanfranchi. Aún queda un largo camino por delante y a la Argentina las novedades todavía tardan en llegar. “Quienes toman decisiones en el sector público deben conocer mejor las últimas innovaciones tecnológicas y económicas; hay que mejorar la infraestructura de conectividad en el país, fomentar la cultura digital y crear normas que incentiven el desarrollo de emprendedores’,’ enfatiza Lanfranchi, y argumenta: “Si el Estado abre el debate y democratiza el acceso a los datos públicos, se estará contribuyendo a generar un clima más propicio para el desarrollo de esquemas de economía colaborativa para la solución de problemas sociales, ambientales y económicos” El Cippec, junto al Fomin-BID y al Ministerio de Producción, está desarrollando un proyecto llamado “Desarrollo de economía colaborativa en ciudades como instrumento para promover la inclusión social, el emprendimiento y la innovación” que tiene cinco líneas estratégicas: investigación, concientización, fortalecimiento de capacidades, financiamiento y análisis de los marcos regulatorios. La iniciativa apunta a apoyar a las organizaciones públicas y a los actores locales para que aprovechen las oportunidades y mitiguen los impactos negativos que puedan generar. También se desarrolló una experiencia piloto en cinco ciudades del país (Mendoza, Puerto Madiyn, Resistencia, Gran Catamarca y Córdoba), donde el foco estuvo puesto en la inclusión y en el desarrollo de modelos de economía colaborativa.
Todas las personas son testigos del cambio.
Sin ir más lejos, el acceso a los dispositivos móviles se democratizó mucho y no se necesitan grandes inversiones para seguir avanzando en otros aspectos, como la sensorización del transporte público (que permite medir variables como la contaminación olas vibraciones) o la incorporación de energía sustentable. La eficiencia en la recolección de residuos y la congestión de la ciudad son otros de los grandes temas pendientes.
Solo se trata, como coinciden los especialistas, de aprender a usar- los datos que producen los mismos habitantes al servicio de la mejora continua.
Fuente: Revista Apertura