No sólo los alumnos, la valoración de los docentes y la reputación de la escuela pública: el recurrente conflicto alrededor de los salarios de los maestros, que recrudece por estos días, tiene también otra víctima. Es el modo en que públicamente hablamos sobre educación, y que en el fondo puede encubrir un malentendido. En las discusiones, declaraciones y encontronazos en las redes sociales de los últimos días sobrevuela, entre otras, la idea de que la invasión de “la política” en la educación sería una de las causas de los problemas y que entonces bastaría con eliminarla de las aulas para mejorar las cosas.
“Toda acción de gobierno implica una mirada política. Un proyecto pedagógico del Estado supone una mirada sobre qué tipo de ciudadano se quiere formar, cómo se piensa la relación entre Estado y sociedad. Decir que la educación es una cuestión política es una obviedad. La política educativa es el resultado de una relación de fuerzas entre diferentes actores, como sucede con cualquier política pública”, dice Pedro Núñez, investigador del Conicet en el área de Educación de Flacso. Quizás cueste entenderlo porque, como señala Axel Rivas -director del Programa de Educación de Cippec-, “el contexto de los últimos años es especialmente dañino para la educación, porque ha sido un contexto de polarización. Cuando eso permea el ámbito educativo, pone el incentivo del corto plazo y el incentivo ideológico por encima de un proyecto común”.
Como sucede en toda política pública, la educación es también terreno de intereses diversos, y, especialmente en ella, la tentación del corto plazo es alta. “Un proyecto educativo tiene que estar lo menos identificado que sea posible con un gobierno de turno. Un verdadero proyecto debe ser participativo, incluir distintas voces, buscando consensos, poniendo de lado una mirada de largo plazo, y no debe depender para su implementación de un gobierno. Es clave buscar actores con legitimidad y conocimiento para construir un proyecto con visión concreta y salir de la banalidad de la discusión puramente ideológica”, señala Rivas.