Publicado en septiembre de 2021
Ninguna elección pasa inadvertida. Votar es la forma de participación más elemental en los sistemas democráticos y, por tanto, su fuente de legitimación. Todas las instancias electorales tienen preeminencia en la agenda pública y reciben gran atención por parte de los medios. Pero a la vez, cada una tiene su peculiaridad, algo que hace que no sea “una elección más”. Así, cada elección es única, y algunas resultan más memorables que otras. Este año, sin desconocer la multiplicidad de temas que atraviesan el ciclo electoral, puede decirse que la singularidad estará dada por el contexto de pandemia. Así y todo, es imperativo que el Covid no altere los objetivos que guían la celebración de cualquier elección en democracia: garantizar la integridad del proceso y el ejercicio de los derechos políticos para que la ciudadanía pueda concentrarse en lo central de la votación, que es la elección de autoridades.
Para lograr esto, es importante subrayar tres aprendizajes que surgen de las más de 130 elecciones celebradas, entre el año pasado y lo que va de 2021, en el marco de la pandemia en todo el mundo. En primer lugar, adaptar la logística de la elección, para que la experiencia de los y las votantes en las urnas sea positiva y el acto de votar resulte fácil y conveniente. En otras palabras, que el ejercicio del voto no sea percibido como una carga para la ciudadanía. En segundo lugar, generar y difundir información confiable sobre el proceso electoral, para poder sostener los niveles de participación, garantizar la igualdad en el acceso al sufragio, la asistencia de las autoridades de mesa, la equidad en las condiciones de competencia y el control ciudadano. Tercero, priorizar la evidencia para desarticular mensajes que carecen de fundamentos, que desinforman y dañan la integridad del proceso.
La pandemia por COVID-19 tuvo y tiene un fuerte impacto en la política. Los congresos tuvieron que adaptarse. Muchos, como el argentino, lo lograron mediante la incorporación de tecnología. Lo mismo hicieron también los partidos políticos para cumplir sus funciones, y los Estados para continuar en funcionamiento y dar respuesta a los nuevos desafíos planteados por el contexto.
Para contemplar las nuevas condiciones sanitarias y garantizar el pleno ejercicio de los derechos políticos y la integridad del proceso, las elecciones celebradas en pandemia también fueron adaptadas. En todas se profundizaron los esfuerzos por mejorar la experiencia del voto, para que resulte más fácil y conveniente. En donde la legislación lo permite, se implementaron o ampliaron formas adicionales de votación. Pero también se apeló a adaptaciones como el incremento de lugares de votación, tratamientos preferenciales para grupos de riesgo, o eximición de esos grupos de la obligación de oficiar como autoridades de mesa.
En América Latina, para fines de 2021 todos los países de la región habrían celebrado elecciones en pandemia. Es claro que el contexto es de por sí una singularidad de las elecciones de este año, pero no es (no debe ser) lo que las define. Con las adaptaciones adecuadas, información clara y responsabilidad en el uso y la difusión de esa información, la ciudadanía puede concentrarse en lo central de cada elección: ejercer su derecho al voto y elegir a sus representantes.