A nivel global, la educación escolar vive una etapa de gran transición y confusión. Pasamos de un viejo orden tradicional -ritual, normativo, repetitivo, memorístico, homogéneo- a una nueva etapa que no termina de nacer. Esto genera malestar y confusión en aquellos que necesitan estabilidad, como pasa con muchos docentes. Pero es una época maravillosa donde todo está por escribirse. En Argentina, el sistema educativo vive diversas dificultades. Las condiciones de aprendizaje son extremadamente desiguales, tanto por la brecha social como por la disparidad entre las provincias. La inclusión aumentó, entraron muchos nuevos alumnos al nivel inicial y la inversión estatal creció mucho, especialmente entre 2004 y 2008, lo cual permitió mejorar el salario docente, crear escuelas, equiparlas y distribuir computadoras, entre otras políticas, pero no alcanzó para revertir la profunda fragmentación ni para revisar lo más crítico del sistema, como la carrera docente, las prácticas pedagógicas o la organización de la escuela secundaria. Fue un modelo de «regar y rezar»: invertir mucho pero sin saber qué da resultados. En las escuelas, hay experiencias impactantes, innovadoras y compromiso por los alumnos, pero reina un gran desconcierto.
Es importante actuar en la distribución de la riqueza, causa de las desigualdades, y repensar las pedagogías. Es injusto e impracticable en las aulas de hoy que los alumnos puedan hacer durante cinco horas las mismas tareas que sus compañeros, y al no funcionar, los docentes viven el dilema de hacer repetir el año a los alumnos -lo cual está demostrado que no los hace aprender más- o de hacerlos pasar sin haber aprendido. Por eso se debe personalizar la enseñanza.
Dentro de las políticas para implementar hay tres claves. Una es llenar las aulas con propuestas concretas, probadas y poderosas, circular buenas prácticas y crear una plataforma enriquecida que se convierta en un verdadero sistema educativo digital con recursos, clases y cursos maravillosos que den sentido, continuidad y apoyo a los docentes. Otra clave es educar y seleccionar a los equipos directivos de las escuelas, creando una carrera profesional para formar líderes pedagógicos de proyectos innovadores. Finalmente, fortalecer la formación y la carrera docente, y mejorar sus salarios, para que repiensen todo el tiempo su enseñanza.