Publicado el 23 de octubre de 2024
La economía del cuidado está en el núcleo del crecimiento, el bienestar y el desarrollo porque sostiene la actividad humana para las generaciones actuales y futuras. Las estimaciones indican que el trabajo de cuidado no remunerado, si se compensara, representaría el 9% del producto interno bruto (PIB) global, equivalente a 11 billones de dólares.
Solo en América Latina, representaría entre el 15,7% y el 24,2% del PIB regional, lo que lo convertiría en uno de los mayores contribuyentes a la economía, por encima de la mayoría de las otras industrias individuales.
Sin embargo, a pesar de su importancia, el valor social y económico de la economía del cuidado sigue siendo en su mayoría invisible. El cuidado es lo que hace posible todos los demás trabajos, ya que abarca relaciones, servicios y tanto el trabajo remunerado como no remunerado que posibilitan la vida.
Las personas que trabajan en el sector formal, en empresas y gobiernos, por ejemplo, pueden trabajar porque los niños, los adultos mayores y sus seres queridos que necesitan cuidado están siendo atendidos. Si este trabajo de cuidado no se realizara, sería prácticamente imposible estar empleado fuera del hogar.
No solo es el cuidado indispensable para que el resto de la economía funcione, sino que el trabajo de cuidado en sí mismo es una fuente de empleo todavía no explotada, pero que está en crecimiento. Invertir en cuidado crea empleos.
Según el informe del Foro Económico Mundial El futuro de la economía del cuidado, una inversión de 1,3 billones de dólares en trabajos sociales, como los de la economía del cuidado, resultaría en un retorno del PIB de 3,1 billones de dólares y la creación de más de 10 millones de empleos en Estados Unidos.
A medida que las tasas de fertilidad disminuyen y la longevidad aumenta, una población creciente de adultos mayores necesitará cuidadores y servicios.
Una economía del cuidado equitativa es aquella que reduce las brechas de género
La carga del trabajo de cuidado, tanto remunerado como no remunerado, recae desproporcionadamente sobre las mujeres, y constituye uno de los principales motores de la desigualdad. A nivel mundial, las mujeres dedican en promedio tres veces más horas que los hombres al trabajo de cuidado, aunque esta cifra oculta diferencias entre países.
En algunos países de América Latina, esta brecha se amplía, con mujeres que dedican hasta siete veces más tiempo a tareas domésticas y de cuidado no remuneradas. En otras economías en desarrollo, como India, las mujeres dedican a estas tareas ocho veces más horas que sus contrapartes masculinas.
Debido a esta distribución tan desigual, el cuidado también representa uno de los principales obstáculos para que las mujeres logren una participación plena en la economía, ya que la carga del cuidado limita su tiempo en el mercado laboral. El cuidado se considera una responsabilidad de los hogares y, dentro de ellos, de las mujeres. Por lo tanto, se da por sentado como un “tema exclusivo de mujeres”.
A menos que distribuyamos el cuidado de manera más equitativa y superemos la idea de que las mujeres son cuidadoras “naturales” –responsables de la mayor parte de la carga de trabajo de cuidado remunerado y no remunerado en los hogares y en el mercado laboral–, las desigualdades de género persistirán.
Necesitamos cerrar la brecha de género para hacer del cuidado un trabajo digno y garantizar un futuro de empleo decente para hombres y mujeres. Pero también debemos reconocer que no vamos a crecer si no lo hacemos: cerrar las brechas de cuidado de género generaría retornos económicos significativos, además de impulsar el empleo, el consumo, los ingresos fiscales y los niveles de crecimiento.
Incorporar a los hombres en las tareas de cuidado es indispensable para romper estereotipos de género y roles asignados socialmente, y para mejorar el acceso de las mujeres a oportunidades. Las mujeres se quedarán atrás si no se les libera de la escasez que las deja con poco o ningún tiempo para estudiar, ir al médico, trabajar fuera del hogar, hacer ejercicio o participar en actividades que no estén relacionadas con el hogar o el cuidado.
Por qué invertir en la economía del cuidado nos beneficia a todos
Si nos importa el crecimiento, el bienestar y el desarrollo humano, esto es lo que necesitamos hacer respecto a la economía del cuidado:
- Necesitamos reconocer, redistribuir, reducir, remunerar, representar y diseñar sistemas de cuidado integrales. Las responsabilidades de cuidado deben redistribuirse dentro del hogar y el sector público, el sector privado y las comunidades locales deben asumir roles más activos a través de sistemas de cuidado integrales. El cuidado no es exclusivamente una responsabilidad del hogar. Como podemos ver en las Manzanas del Cuidado en Colombia y en las Utopías en México, la provisión de servicios de cuidado integrales puede ser altamente efectiva y equitativa. Especialmente cuando estas responsabilidades se comparten con el sector público nacional y subnacional y el sector privado y se distribuyen dentro de la familia.
- El cuidado es parte de una transformación cultural hacia una mayor igualdad de género. El cuidado es algo que se puede enseñar y aprender, y no es exclusivamente el rol o la responsabilidad de las mujeres. Cuando reconocemos que los hombres también tienen un papel en el cuidado, podemos reducir la violencia y aumentar la empatía, creando modelos más inclusivos de masculinidad, como lo demuestra Equimundo. Fomentar la participación de los hombres en la crianza y garantizar su derecho a cuidar mejora el desarrollo de los niños. La transformación cultural puede acelerarse a través de políticas concretas, como los esquemas de licencias basados en la responsabilidad compartida del cuidado entre todos los adultos responsables.
- Las economías de cuidado deben ser tomadas en cuenta al calcular el PIB. Necesitamos mejores estimaciones del cuidado y de las contribuciones de las mujeres a la economía. Diseñar y adoptar indicadores específicos de cuidado permitirá un análisis más integral del PIB y ayudará a identificar déficits de cuidado. El uso de tecnología, como los mapas georreferenciados de cuidado, puede informar las políticas públicas. Indicadores como la Canasta Básica de Cuidado contribuyen a una mayor eficiencia en la asignación de recursos públicos, mejoran los sistemas de cuidado y hacen más visible el trabajo de cuidado no remunerado en nuestras economías.
Necesitamos priorizar la economía del cuidado a nivel macroeconómico, político y cultural. Si no la abordamos de manera directa, cualquier otra inversión y esfuerzo está destinado a fracasar.
El éxito de este enfoque holístico e integral de la economía del cuidado depende de que gobiernos, empresas y comunidades trabajen juntos. Para lograr un crecimiento equitativo y sostenible, necesitamos garantizar el derecho a cuidar y a ser cuidados.
Los autores agradecen a Sofía Fernández Crespo, jefa de Gabinete en CIPPEC, por sus contribuciones a este artículo.
Columna de Gala Díaz Langou, directora ejecutiva de CIPPEC, para Web Economic Forum. Es miembro del Consejo Global del Futuro sobre el Futuro del Crecimiento. Diana Rodríguez Franco es miembro del Consejo Global del Futuro sobre el Futuro de la Economía del Cuidado.
Columna completa en inglés: https://www.weforum.org/agenda/2024/10/caring-care-economy-key-growth-and-well-being/