En los últimos seis meses, la propagación del COVID 19 forzó a los gobiernos a implementar medidas para evitar la aglomeración de personas en espacios físicos. El aislamiento social obligó a cerrar los establecimientos educativos y la escuela se trasladó hacia los hogares.
A mediados de abril 190 países habían suspendido las clases presenciales, afectando al 92% de los niños, niñas y jóvenes del mundo. La presencialidad -pilar fundante de los sistemas educativos modernos desde hace más de 150 años- se interrumpió abruptamente. No estábamos preparados para educar sin el encuentro cotidiano en las aulas. Desde entonces, el sistema educativo se enfrenta al desafío de educar en la incertidumbre.
En la etapa de aislamiento social las autoridades educativas ensayaron respuestas de emergencia para garantizar el derecho a la educación con las escuelas cerradas. El propósito fue sostener la continuidad pedagógica desde los hogares. Se distribuyeron contenidos pedagógicos a través de plataformas digitales, cuadernillos impresos, radio y televisión. Se desbloquearon, repararon y entregaron dispositivos digitales. Se capacitaron a los docentes y equipos directivos en estrategias pedagógicas adecuadas para afrontar el nuevo contexto. La retracción económica obligó a reforzar el servicio alimentario y el vínculo con las escuelas para acompañarlas en el abordaje de situaciones emocionales complejas.
La suspensión abrupta de la presencialidad y la migración acelerada al entorno digital profundizaron e hicieron más visibles las desigualdades educativas que ya existían. La distribución desigual del tiempo escolar, material didáctico y la tecnología se reprodujo en los hogares. Los estudiantes de menos recursos eran quienes más dificultades enfrentaban para sostener su escolarización y fueron quienes menos recursos tuvieron para enfrentar la suspensión de las clases presenciales.
Las consecuencias negativas que la interrupción prolongada de la presencialidad está teniendo en el ánimo de los estudiantes y docentes, en su lazo con la escuela y en los aprendizajes aceleró el debate sobre la reapertura gradual del sistema educativo.
Ciertamente, las autoridades educativas se enfrentan hoy al desafío de tomar decisiones y conducir políticas en la incertidumbre. Los países y unidades subnacionales que ensayaron el regreso a clases dejaron en claro que hasta que la circulación del virus no esté controlada, los intentos de reapertura estarán signados por marchas y contramarchas.
Frente a la necesidad cada vez más acuciante de avanzar hacia una nueva presencialidad, se ponen a consideración cinco principios ordenadores para imaginar el futuro inmediato.
Espacios seguros
El curso de la política educativa se anuda a las medidas sanitarias que los gobiernos desplegaron para contener la propagación del virus. La reapertura del sistema y la sustentabilidad de esta medida depende inevitablemente de la capacidad de las autoridades educativas para reducir al máximo las probabilidades de contagio. Planificar en la incertidumbre es analizar el territorio con ojos precisos e identificar las unidades geográficas más apropiadas para iniciar la nueva etapa. Anticiparse es hacer lo necesario para lograr que en los territorios priorizados los establecimientos educativos cuenten con el equipamiento sanitario necesario y estén preparados para garantizar un retorno seguro a las aulas.
Justicia educativa
Mientras el virus circule la reapertura del sistema educativo será gradual y escalonada. En esta etapa la presencialidad será un bien público escaso. Es necesario fijar un criterio de justicia que oriente el tiempo escolar presencial hacia aquellos estudiantes para los cuales la instancia de encuentro con sus docentes hace más diferencia.
Flexibilidad
Es imprescindible que los protocolos de reapertura incorporen mecanismos para detectar y reaccionar con rapidez ante una eventual escalada de contagios. La experiencia internacional alerta que la alternancia será parte del proceso. Frente a esta certeza reforzar las estrategias que combinan instancias de educación presencial y a distancia es una de las formas de reducir los costos de la intermitencia.
Creatividad
A las restricciones que impone el distanciamiento social en el uso de los espacios y el tiempo escolar la respuesta es innovar. Los patios y pasillos de las escuelas, los clubes, bibliotecas y parques; la creación de nuevos turnos y la desconcentración de alumnos son recursos y estrategias accesibles para multiplicar el espacio y tiempo escolar. Los modelos híbridos de enseñanza y aprendizaje permiten diversificar las estrategias pedagógicas, desarrollar nuevos recorridos personalizados para la formación de docentes y estudiantes, adecuados a sus contextos y particularidades. La diversidad en los modelos híbridos es un activo para potenciar el aprendizaje colectivo.
Confianza
El miedo al contagio y el escenario incierto laceraron la alianza entre los diferentes actores que sostenía la escuela presencial. Un aspecto ineludible de una política para la reapertura de las escuelas es generar espacios de diálogo permanente y fluido para refundar los vínculos de confianza entre las autoridades educativas de los diferentes niveles de gobierno, los equipos directivos, docentes, familias y estudiantes.
La reapertura gradual y escalonada de las escuelas exige nuevas formas de hacer política educativa. A la convergencia ineludible con las políticas sanitarias deben sumarse mecanismos precisos de articulación con el sistema de protección social que permitan la revinculación de los estudiantes con la escuela. En este contexto, garantizar las condiciones materiales de la educación es tan relevante como desarrollar estrategias pedagógicas para la continuidad educativa.
En la política educativa para la reapertura las decisiones deben surgir del diálogo permanente entre los actores de los distintos niveles del gobierno educativo. La posibilidad de sostener las clases presenciales a lo largo del tiempo, evitar los contagios y ajustar las estrategias a las necesidades de los estudiantes se vincula estrechamente con la calidad y fortaleza de los mecanismos de coordinación entre las áreas de gobierno y entre los diferentes niveles administrativos del sistema educativo.
El ciclo “Políticas educativas para la escuela que viene” reflexiona sobre los retos de las políticas educativas en pandemia a partir de dos encuentros. Para el primero, el día jueves 8 de octubre, invitamos a 5 ministros de Educación nacionales a reflexionar acerca de los retos de tomar decisiones desde el nivel central de gobierno. En el segundo encuentro, el martes 13 de octubre, nos reunimos con especialistas en políticas educativas para analizar los aprendizajes y conocimientos que nos dejan estos seis primeros meses para imaginar la escuela en el futuro.
La oportunidad de que al finalizar esta etapa dolorosa e incierta cada uno de los niños, niñas y adolescentes en edad escolar retornen a las aulas, transiten, aprendan y se gradúen va a depender de nuestra capacidad y creatividad para gestar hoy la escuela que viene.
*Nota en colaboración con Fundación Santillana