La Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 de Naciones Unidas, vigente desde 2015, tiene entre sus objetivos “garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad, y promover las oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos”. Argentina, como país miembro de la ONU, firmó el acuerdo y, por ese motivo, se “encuentra plenamente comprometida” con su implementación. Iván Matovich, coordinador de Educación del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (CIPPEC), trata en profundidad la problemática en diálogo con El Café Diario.
“Ese es el norte en el que me gusta pensar para la educación argentina. Y en ese camino se pueden hacer muchas cosas”, afirma Matovich. También Magíster en Estudios Políticos de la Educación por el Instituto de Educación de la University College London (UCL) y licenciado en Ciencias por la Educación por la Universidad de San Andrés (UdeSA), analiza la deserción en la escuela secundaria, el rol de los docentes y un sistema educativo que requiere de políticas públicas que se enfoquen en un contexto de emergencia social y nuevas tecnologías y desafíos laborales.
Matovich se desempeña además, como profesor asistente de Políticas Educativas de la Maestría en Políticas Públicas de la Escuela de Gobierno de la Universidad Austral.
Los problemas de la escuela secundaria
¿Cómo analiza la situación de la escuela secundaria en los últimos cuatro años?
La situación de la educación secundaria no es atribuible a una sola gestión de gobierno. En general, hay que pensarla con mucha perspectiva histórica porque la escuela que conocemos fue creada a fines del siglo XIX y pensada para educar a las élites políticas y económicas; es decir, para muy pocos. Tanto que, a mediados del siglo XX, solo el 10% de la población en edad teórica de concurrir lo hacía. Además, es obligatoria hasta los 18 años recién a partir de 2006 y después de la sanción de la Ley Nacional de Educación. De ahí en adelante hay políticas que sumaron más o menos, pero no creo que sea atribuible a una sola gestión.
Sin embargo, en los últimos cuatro años hubo una baja en el financiamiento educativo con argumentos varios: desde Nación, porque hay más transferencias a las provincias; desde las provincias, porque hay un gasto consolidado que bajó. En un plano amplio, la escuela secundaria acarrea desde 2006 prácticamente los mismos problemas, que se pueden dividir en tres grandes grupos.
Uno tiene que ver con que de cada 100 estudiantes que empiezan la secundaria, sólo 50 terminan y otros 15 recién lo hacen en alguna modalidad de educación para adultos. De esos 100, solo 27 terminan en tiempo y forma, un número alarmante porque nos propusimos que todos los chicos terminen la secundaria. El segundo gran problema tiene que ver con los aprendizajes, donde más allá de los sistemas de evaluación puestos en práctica en el último tiempo, como las pruebas Aprender, vemos que 7 de cada 10 jóvenes que terminan la escuela secundaria no alcanzan los niveles de conocimiento satisfactorios de Matemáticas y 4 de cada 10, en Lengua. Se trata de estar adentro de la escuela pero, al mismo tiempo, lograr un aprendizaje de calidad.
Y la tercera problemática es la desigualdad, que se puede dividir en dos aspectos: una tiene que ver con la desigualdad socioeconómica, porque si tomamos el ejemplo de los conocimientos satisfactorios en Matemáticas, vemos que 9 de cada 10 estudiantes situados en el nivel socioeconómico más pobre, no alcanzan los objetivos. Y el otro aspecto refiere a la desigualdad territorial porque, por ejemplo, un estudiante que nace en la ciudad de Buenos Aires tiene más posibilidades de tener aprendizajes de calidad y mantenerse en la escuela que otro nacido en Chaco. En cuanto a los niveles de aprendizaje, Buenos Aires quintuplica a Chaco. Esa es una de las brechas más grandes que se pueden ver en el país. El ideal es que en cualquier rincón de la Argentina se pueda garantizar el derecho de estar en clase y aprender, y eso no lo estamos haciendo.
Razones de la deserción escolar
¿Por qué los estudiantes dejan la escuela secundaria antes de terminarla?
Las cuestiones de causalidad son difíciles de trazar en educación. A diferencia de las ciencias duras, en las sociales es más difícil aislar las variables. Sí está comprobado históricamente que el capital cultural de la familia y el lugar que le da a la educación hacen que una persona pueda sostener su escolaridad. Yendo más a lo general, la matriz escolar del nivel secundario fue pensada para otra cosa, como por ejemplo tener 14 materias y que si desaprueba tres de ellas, no pasa al siguiente año. ¿Cómo puede ser esto si ese chico hizo un esfuerzo enorme y aprobó 11 materias? Tenemos trayectorias todavía muy inflexibles. Esa es una de las razones.
Otra puede ser la fragmentación de un conocimiento que apela a la memoria y frente al cual, a veces, un alumno no encuentra una conexión con la vida cotidiana. Muchos chicos, cuando se les pregunta por qué dejaron la escuela, responden que lo hicieron porque no ven conexión con su realidad. Esto no quiere decir que la escuela no sirva sino que de a poco esta escuela, que tiene un poco más de un siglo de vigencia, tiene que lograr la manera de abrazar a todos los estudiantes en su heterogeneidad. Por ese motivo a veces la educación técnica resulta un camino alternativo.
Y después tiene que ver con cuestiones donde la educación no se puede pensar de manera aislada. Los chicos traen a la escuela lo que ocurre fuera de ella, y la política educativa tiene que estar acompañada de una política social. Hablamos, en este caso, de un acompañamiento de las trayectorias para mitigar esas amenazas que existen en el afuera y contar con políticas que acompañen ese recorrido educativo, como por ejemplo otorgar becas que sostengan la escolaridad. El costo de oportunidad que tiene un chico de estar adentro de la escuela cuando vive en la urgencia, es muy alto
Convivir con la urgencia desde el sistema educativo
¿Qué tipo de políticas se pueden implementar para garantizar la educación en ese contexto?
Hay varias políticas que pueden ayudar a eso. Una es tener una articulación federal-educativa a través de una distribución equitativa de los recursos y de los sistemas de información y formación de equipos. Otra es garantizar la protección de las trayectorias escolares a partir de un sistema integral de acompañamiento y un programa que llamamos “Escuelas Secundarias Transformadoras”.
Esto tiene que ver con que las escuelas que tienen más recursos, mejores docentes e infraestructura estén localizadas en aquellas poblaciones con mayor vulnerabilidad. Esa es una forma de convivir con la urgencia desde el sistema educativo. También es necesario asegurar una innovación pedagógica y curricular que se apoye en los fondos nacionales para las escuelas, y sostener políticas docentes orientadas a la redefinición de las reglas de distribución de fondos salariales, la transformación de la formación inicial y continua, y la concentración horaria de su trabajo.
El ex ministro de Educación Juan Carlos Tedesco decía una frase al respecto que me gusta mucho: “No hay ningún sistema educativo en el mundo donde su calidad sea mejor que la calidad de sus docentes”. Necesitamos docentes que estén formados para eso y que no sean rehenes de todas esas urgencias y condiciones que superan los conocimientos que recibieron en su formación inicial. Todo esto pese a que en el aula un docente deja el 110% de su esfuerzo.
“Los docentes son siempre parte de la solución”
¿Las reformas deben ser consensuadas con los docentes?
Los docentes son siempre parte de la solución y hay que involucrarlos en cualquier discusión que tenga que ver con mejorar la calidad del sistema educativo. Para eso tenemos que abordar un tema que en la Argentina es muy difícil que es la carrera docente. Tenemos un estatuto docente que es de la década del ‘50 y los sistemas de incentivos para crecer profesionalmente son muy complejos. En el nivel secundario se da ese fenómeno del docente-taxi, que para tener un salario digno tiene que trabajar en cinco escuelas, dos horas en cada una. Un docente percibe su salario por horas cátedra y no por su cargo. En algún momento la Argentina tiene que sentarse a pensar la carrera docente para que todos ganen: los chicos, los docentes, el sistema y la sociedad.
¿Hay incentivos suficientes para que un estudiante que termina la escuela secundaria apueste por la carrera docente?
Para una parte de nuestra sociedad la carrera docente no es prestigiosa ni deseable para los estudiantes. Eso tiene que ver con muchas cosas. En general, muchas de las profesiones del Estado moderno han perdido prestigio: el médico, el policía… No es solo el docente. En la Argentina, más allá de eso, al tener un crecimiento muy grande de la matrícula tanto en la primaria como en la secundaria, también tenemos más demanda de docentes. Por ejemplo, durante el periodo 2006–2018 la matrícula del nivel secundario creció 11% y la cantidad de jóvenes graduados, un 39%. Además, la proporción de adolescentes de entre 13 y 17 años escolarizados en el nivel secundario pasó del 85,5% al 90% en el mismo período.
Hay otros incentivos que tienen que ver con la carrera que uno puede hacer adentro del sistema, pero para crecer en la profesión, un docente tiene que dejar el aula. Hay una trayectoria que solo es vertical y no brinda opciones horizontales como en otros países. Si soy docente y tengo determinada antigüedad puedo ser director o vicedirector. Es decir que al mejor docente el sistema lo saca del aula para que pueda crecer. Hay muchas cosas que se pueden repensar en el sistema para generar un campo que atraiga laboralmente a quienes salen de la secundaria.
“Tener la capacidad de aprender a aprender”
¿Qué aspectos hay que modificar o aggiornar de la escuela secundaria frente a los cambios tecnológicos y los empleo del futuro?
Primero, que todos los chicos terminen la escuela secundaria ya es mucho para el mercado laboral, que hoy en día requiere de mínimas titulaciones y hay chicos que no las tienen. Y lo que llamamos innovación pedagógica tiene que ver con generar contenidos y habilidades que permitan desarrollar esas herramientas. En ese sentido, es lo que hablábamos antes de que el conocimiento esté tan fragmentado en 14 materias.
Hay una corriente que propone trabajar más por proyectos, con una mirada interdisciplinaria entre las diferentes materias, donde se empiecen a desarrollar cuestiones que tienen que ver más con la creatividad, trabajar en equipo, de manera colaborativa y tener la capacidad de aprender a aprender. Porque vamos que tener que aprender toda la vida. Todo eso que antes no estaba en la agenda, ahora aparece como algo que se debería enseñar en la escuela. Es cierto que es difícil porque venimos de una matriz muy estructurada. Y todo eso va a tener que acompañar a la formación docente. Tiene que haber una convergencia deseable. Hay que tratar de pensar la educación más en conjunto e integral.