Los partidos en la Argentina se encuentran debilitados. Una manifestación de esta debilidad es el alto grado de fragmentación exacerbado, en parte, por las reglas permisivas de formación de partidos y alianzas.
En este contexto, la toma de decisiones articulada entre diferentes actores se vuelve más compleja: con muchos partidos y alianzas cambiantes, consensuar políticas de largo plazo es más difícil y por tanto, para los presidentes la opción de decidir unilateralmente se vuelve más atractiva. Todo esto impacta sobre la sostenibilidad de las políticas públicas.
Desde 1983, la cantidad de partidos políticos se duplicó y la cantidad de bloques legislativos se triplicó. Actualmente existen casi 700 partidos reconocidos a nivel nacional y de distrito. Los partidos de distrito necesitan el reconocimiento en una sola provincia para presentar candidatos a cargos nacionales (senadores y diputados). La Cámara Baja cuenta con 35 bloques legislativos, de los cuales 22 están integrados con tres o menos legisladores.
Para ganar elecciones, se forman alianzas incongruentes: los partidos que integran una alianza no son los mismos en los diferentes niveles de gobierno ni entre categorías. Por ejemplo, este año del total de diez agrupaciones que presentaron precandidatos a presidente, la mitad cuenta con listas en menos de cinco distritos y solo dos presentaron listas para diputados nacionales en los 24 distritos (Juntos por el Cambio y Frente de Todos). En 2015 esto no fue mejor: sólo el FpV contaba con listas de candidatos a diputados nacionales en todos los distritos. Esto también sucede en las provincias. Por ejemplo, este año en Córdoba, la UCR se dividió y compitió contra el PRO, su aliado a nivel nacional, en la categoría de gobernador.
Con múltiples actores y partidos que son socios y rivales a la vez, es muy difícil tomar decisiones articuladas y consensuadas. Por tanto, decidir unilateralmente o construir mayorías caso por caso se vuelve más atractivo.
Esta manera de decidir impacta sobre la calidad y la sostenibilidad de las política públicas. Muchas decisiones unilaterales y sorpresivas terminan en frustraciones, tanto para quienes se sienten víctimas de un proceso de decisión poco inclusivo como para los oficialismos, que creen enfrentar obstáculos irracionales.
Necesitamos reglas que fortalezcan los partidos políticos para que influyan positivamente en el ejercicio del gobierno, que hagan más estables las alianzas y brinden mayor certidumbre sobre qué esperar del oficialismo y la oposición.
Para ello, proponemos que los partidos tengan mayor presencia territorial para poder competir para cargos nacionales. También impulsamos que las alianzas sean congruentes, es decir, que los partidos que integran las alianzas sean los mismos en el nivel nacional y provincial, y dentro de los cargos nacionales. Finalmente, recomendamos que existan reglas que desincentiven la proliferación de bloques pequeños en el Congreso.
No hay soluciones únicas para salir de este sendero donde la participación de los distintos actores en el proceso de elaboración de las políticas públicas es limitada y el presidente concentra la toma decisiones.
Pero hay principios que pueden guiar la construcción de un sistema político más amplio y más robusto, donde existan procesos más consensuados que promuevan políticas públicas sostenibles a largo plazo.