Publicado en septiembre del 2020
Desde que empezó la pandemia, el 10% de los estudiantes tuvo contacto con la escuela dos o tres veces por mes o no tuvo contacto. Esta pérdida del vínculo con la escuela tiene consecuencias: abandono y pérdida de aprendizajes. Es necesario empezar a pensar el regreso a las aulas.
A casi 6 meses de la suspensión de las clases presenciales, planificar cómo pasar de una etapa de educación en aislamiento a una de educación con distancia social es urgente.
En el documento “Educar en tiempos de pandemia: entre el aislamiento y la distancia social” publicado por el programa de Educación de Cippec y el BID, se analiza la experiencia de la continuidad pedagógica en un contexto de escuelas cerradas. Estas respuestas de política educativa se orientaron a: 1) distribuir contenidos pedagógicos; 2) ampliar la infraestructura digital existente; 3) acompañar a los docentes; 4) acompañar a las familias y jóvenes; 5) sostener el servicio alimentario escolar; 6) promover adaptaciones y modificaciones en la organización escolar.
La publicación destaca algunas de las políticas implementadas en la provincia de Salta. Por un lado, el portal “Mi Escuela” que aloja contenidos y propuestas didácticas organizadas por áreas y niveles para que los más de 360.000 estudiantes de la educación común sigan aprendiendo desde sus hogares. Por otro, una propuesta formativa para docentes a través del Campus EduSalta organizada en torno a ciclos de conferencias y conversatorios y en cursos de capacitación pensados para el contexto de educación remota. Estudiantes salteños del nivel secundario recibirán también más de 12.000 dispositivos tecnológicos, entre netbooks y tablets, a través de un convenio con el Ministerio de Educación de la Nación. Lo cierto es que, más allá de las iniciativas puestas en marcha, hay estudiantes que llevan casi 6 meses sin vínculo o con un vínculo débil con la escuela. El escenario es desigual. La Encuesta Nacional de Continuidad Pedagógica encontró que el 10% de los estudiantes tuvo contacto con la escuela dos o tres veces por mes o no tuvo contacto. La certeza de que un regreso masivo a las escuelas deberá esperar, por lo pronto, al año próximo indica que puede haber estudiantes que pasen un ciclo lectivo entero sin tener prácticamente contacto con la escuela. Esta pérdida del vínculo con la escuela en un escenario de empobrecimiento de las familias tiene consecuencias de corto y largo plazo. La evidencia disponible sugiere que las probabilidades de abandonar la escuela y la pérdida de aprendizajes a causa del cierre de las escuelas son significativamente más importantes en alumnos que pertenecen a sectores sociales más desaventajados. Por lo tanto, la persistencia de un escenario de suspensión de las clases presenciales profundiza las desigualdades, con algunos efectos que podemos ver hoy y otros que tardarán en ser evidentes. Planificar la reapertura de las escuelas es urgente. En países del Hemisferio Norte y en el vecino Uruguay, se ha puesto en marcha la etapa de educación con distancia social y su experiencia nos muestra cuáles las características de esta fase: gradualidad del retorno a las aulas, medidas de distanciamiento, la alternancia en la asistencia a la escuela y la intermitencia en la reapertura.
En la Argentina, hoy los gobiernos provinciales enfrentan el desafío de elaborar planes para el retorno a las aulas. 4 de 24 provincias (Jujuy, Catamarca, San Juan y Formosa) iniciaron el proceso en zonas rurales y de manera optativa, y tres de ellas tuvieron que suspender las medidas debido a cambios en la situación epidemiológica. Para enfrentar este desafío, las autoridades deberían contemplar:
* Espacios seguros. Los planes deben comenzar en aquellas áreas donde las circunstancias epidemiológicas lo permitan, esto es, donde la circulación del virus está relativamente contenida. Esto supone contemplar la diversidad de escenarios que aparecen en un mismo territorio y donde la situación lo habilite, la actividad en las escuelas requiere la aplicación de medidas de distanciamiento social y de seguridad y el equipamiento de elementos de higiene.
* Justicia educativa. Con la presencialidad, el Estado recupera una herramienta clave para mitigar las desigualdades que la pandemia profundiza. En tanto recurso escaso, la presencialidad debe distribuirse con un criterio de justicia que priorice a los estudiantes que más lo necesitan, a quienes han estado desconectados y desprotegidos en tiempos de aislamiento. Para ellos, la presencialidad tiene un sentido muy específico y es evidente que la trama de vínculos y experiencia cotidiana en el espacio escolar no puede recrearse con las escuelas cerradas.
* Flexibilidad. Un plan de reapertura de escuelas debe integrar como componente propio de su planificación los protocolos de intervención ante casos de contagio y cierre de un establecimiento. Tan importante como el protocolo de reapertura de las escuelas, es el de cierre. De esta manera, se favorecen las posibilidades de cortar la transmisión comunitaria del virus.
* Creatividad. Para volver a las aulas es necesario ensayar soluciones creativas en relación al uso de los espacios y el tiempo escolar; trascender las paredes de los establecimientos educativos y aprovechar todos los ámbitos a disposición para enseñar y aprender, dentro y fuera de la escuela (patios, pasillos, clubes, bibliotecas, parques). Por otro, flexibilizar los tiempos escolares permite multiplicarlos (a través de la creación de nuevos turnos) y desconcentrar alumnos, eliminando las horas pico.
* Confianza. Cualquier estrategia de reapertura de escuelas debe contemplar la construcción de vínculos de confianza entre autoridades, docentes, familias, alumnos y alumnas. La participación de la comunidad educativa en espacios de diálogo y definición de los planes es necesaria para favorecer la asistencia de los alumnos y el cumplimiento de los protocolos ante eventuales complicaciones.