Los espacios de crianza, enseñanza y cuidado (CEC) son claves para la garantía de los derechos y el desarrollo de las capacidades de los niños y niñas pequeñas. A su vez, estos espacios contribuyen a reducir las desigualdades de género en el mercado laboral y conforman un sector productivo con un enorme potencial para dinamizar la economía. Sin embargo, hoy, a tres meses del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO), gran parte de estos espacios corre el riesgo de cerrar sus puertas definitivamente.
En Argentina, la oferta estatal de espacios CEC orientada a los niños y niñas más pequeños es muy reducida, especialmente para los niños de menos de cuatro años. Por eso, los establecimientos gestionados por el sector privado y las comunidades son, en muchos casos, la única opción institucional que tienen las familias para conciliar la vida laboral con la vida doméstica y para brindar oportunidades de socialización y aprendizaje a los niños pequeños.
Gran parte de esas instituciones no están inscriptas en los registros oficiales, educativos o de desarrollo social y, por lo tanto, no reciben subsidios por parte del estado. Otra parte es oficial y depende de los ministerios de educación provinciales, pero tampoco recibe apoyo estatal, dado que estos se han enfocado en apoyar las salas obligatorias de cuatro y cinco años.
Las dificultades económicas llevaron a que muchas familias hoy no puedan pagar las cuotas. De no mediar acciones específicas para garantizar el pago de salarios y el mantenimiento regular de estas instituciones, es muy probable que no logren subsistir.
En tiempos adversos, trascender la coyuntura es tan difícil como necesario. El confinamiento está golpeando con más fuerza a las mujeres y a las niñas y niños pequeños. Comparados con otros grupos poblacionales en estas familias las inserciones laborales inestables y precarizadas son más frecuentes. Gran parte de las familias con niños pequeños no están en condiciones de teletrabajar, no acceden a licencias o a otros beneficios de la seguridad social. Si la familia está encabezada por una mujer, la probabilidad de que las medidas ASPO derive en la reducción de los ingresos familiares o desempleo es aún mayor. Adoptar una perspectiva de mediano y largo plazo lleva a impulsar medidas que contribuyan a que las personas con responsabilidades de cuidado puedan retornar a sus trabajos en cuanto sea posible y, en simultáneo, a proteger los aprendizajes, la socialización y el juego de los más pequeños.
En la situación actual, los avances en el cumplimiento efectivo del derecho de los chicos a la crianza, la enseñanza y el cuidado, y en la reducción de las desigualdades entre géneros en el mercado laboral están en riesgo de desvanecerse.
Si la oferta de espacios CEC se reduce es muy probable que, llegado el momento, las familias no puedan participar plenamente del mercado laboral y que las brechas de genero se amplíen. En primer lugar, porque dado que la corresponsabilidad entre géneros frente a los cuidados es aún una deuda pendiente: van a ser las mujeres quienes se retiren o disminuyan su participación en el mercado laboral para poder cuidar. En segundo lugar, porque el cierre de los establecimientos implicaría la pérdida de una fuente laboral para miles de mujeres.
Al mismo tiempo, el cierre de los espacios CEC conllevaría el preocupante riesgo de ampliar aún más las brechas de desarrollo y aprendizaje entre los niños pequeños. Si a las brechas ya existentes le sumamos las creadas y acentuadas por esta pandemia, la situación es alarmante.
Alertadas de esta situación, algunas jurisdicciones —Ciudad de Buenos Aires, Corrientes y Córdoba, por ejemplo— impulsaron créditos blandos para garantizar el pago de salarios en los jardines infantiles gestionados por el sector privado, en algunos casos incluyendo a los espacios no inscriptos en los registros oficiales. La inclusión de los espacios CEC en el programa nacional de Asistencia al Trabajo y la Producción (ATP) contribuiría a extender el alcance de estas medidas.
En Argentina, la apertura de los espacios CEC aún no forma parte de la agenda para la salida gradual del confinamiento. Actualmente, el comité consultivo multidisciplinario del Ministerio de Educación Nacional se encuentra evaluando al menos cinco proyectos provinciales de apertura gradual, progresiva y escalonada de los establecimientos educativos. Ninguno de estos proyectos contempla la reapertura de espacios de crianza, enseñanza y cuidado.
Esta situación contrasta con la de otros países. Suecia nunca cerró los establecimientos educativos para niños y niñas menores de 16 años. Francia mantuvo abiertos los espacios CEC en la etapa de confinamiento para los niños y niñas de trabajadores esenciales de la salud. En la desescalada se amplió el acceso para los hijos e hijas de trabajadores de la educación, madres y padres que no están en condiciones de teletrabajar. Durante la cuarentena, Costa Rica garantizó el acceso a espacios CEC que nuclea la Red Nacional de Cuido para los padres y madres que necesitaban trabajar y para evitar que los niños y niñas quedaran al cuidado de personas mayores.
Por su parte, Dinamarca y Noruega fueron los primeros países en donde se retomaron las clases presenciales para niños y niñas pequeños. En Portugal los espacios CEC para niños y niñas de entre 2 y 5 años reabrieron a principios de junio. Uruguay, reabrió los centros infantiles de las zonas rurales luego de que permanecieran cerrados durante marzo y abril. En las próximas semanas, proyecta la apertura gradual y de asistencia voluntaria de los centros infantiles de las zonas urbanas. En México se anunció la reapertura de los centros de atención infantil y del nivel inicial para junio y julio. En Irlanda se prepara la reapertura de los espacios CEC para los hijos e hijas de trabajadores en actividades esenciales en las próximas semanas.
La reapertura de los espacios de crianza, enseñanza y cuidado en la ‘nueva normalidad’ está atravesada por medidas sanitarias. Esto requiere imaginar nuevos modos de estar y habitar los jardines y centros. Priorizar las actividades al aire libre (dentro de los espacios CEC y el reacondicionamiento de plazas y parques), reducir la cantidad de niños y niñas por sala, limitar el contacto entre los niños y niñas, y se hacer obligatorio el uso de tapabocas y el lavado de manos. También aprovechar la infraestructura disponible poniendo a disposición los tres turnos (incluido el turno vespertino) y considerar los regímenes de alternancia.
Al respecto, el BID publicó recientemente un conjunto de recomendaciones para preparar la apertura de los espacios CEC. Algunas de estas medidas apuntan a mantener el distanciamiento social a través, por ejemplo, de espaciar las sillas y cunas en las aulas, y la reducción de niños y niñas por persona adulta. Estas medidas obligan a priorizar grupos según sus necesidades de aprendizaje, nivel de vulnerabilidad social o la situación laboral de las madres y los padres. Se recomienda escalonar los horarios de llegada y salida para evitar aglomeraciones, y garantizar que los espacios cuenten con equipamiento suficiente para la higienización y desinfección permanente de las superficies.
Proyectar más allá de la coyuntura es necesario para acompañar la reactivación económica post confinamiento. La crianza, la enseñanza y el cuidado de la primera infancia son una de las llaves con las que cuentan los gobiernos para generar empleo y dinamizar la economía. En estudios previos, CIPPEC presentó evidencia sobre los beneficios económicos de la inversión pública en políticas de crianza, enseñanza y cuidado. Extender la cobertura de espacios CEC destinada a niños y niñas de entre 0 y 4 años desde el 32% actual hacia el 67% generaría un crecimiento económico del 5,3%. Con una inversión equivalente al 3,6% del PBI, se crearían 1,3 millones de puestos de trabajo, lo que equivale a un tercio de las personas desocupadas. Se estima que el 62% serían ocupados por mujeres. Además, el 56% de la inversión inicial se recuperaría vía impuestos.
En tiempos inciertos, la inversión en políticas orientadas a promover la igualdad entre géneros, y la crianza, la enseñanza y el cuidado de la primera infancia es una apuesta segura para construir el futuro.