Ni el remedio para todos los males del sistema electoral ni el causante del derroche de recursos públicos y el hastío de los votantes. Las PASO (Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias) son un instrumento nuevo y perfectible, que achica y ordena la oferta electoral y no funciona como “una gran encuesta nacional”. ¿Por qué? Por el comportamiento “sofisticado” de los votantes que ponderan, evalúan y pueden redireccionar sus votos en la elección general. No predicen ni funcionan como espejo.
Así describe las PASO Julia Pomares, doctora en Ciencia Política (London School of Economics and Political Science) y directora ejecutiva de Cippec, uno de los centros de política pública más destacados de América Latina. “No pueden ser el chivo expiatorio de un sistema de partidos débil”, agrega, a una semana de estas nuevas primarias. Pomares hace un balance de esta reforma introducida por ley en 2009, propone dar una discusión seria, sistémica e integral sobre diversos aspectos de la reforma política, entre los que se destaca el financiamiento de la política en la Argentina, y explica por qué las elecciones intermedias deberían ser mucho más que el apoyo o el rechazo al rumbo del Ejecutivo.
¿Cuáles son las características de las PASO en la Argentina que las diferencian de las primarias de otros países?
¿Qué efectos han tenido las PASO en los partidos a lo largo de estos años?
Pero en muchos casos no hay competencia interna de candidatos y se presentan listas únicas.
En las elecciones a diputados en las últimas PASO tuvimos un 25% de listas en las que sí hubo competencia. En una de cada cuatro había competencia, no había sólo listas únicas. Y además hay un dato muy importante: de los 6 candidatos que se presentaban a la presidencia en la elección general de 2015, tres habían surgido de una primaria. El hecho de que la coalición que hoy está en el gobierno sea una coalición que estaba en la oposición y que articuló su propuesta a partir de una primaria muestra que hubo competencia. Y una primaria que fue muy competitiva en 2015 fue la del FIT en la que Nicolás del Caño ganó con un 51% de los votos. Otra cosa que también sabemos es que no son una encuesta.
¿Por qué?
Porque los votantes son sofisticados. Aprovechan la información que les brinda el resultado de las PASO y redefinen su voto en las generales, a veces en un porcentaje importante. Con Ernesto Calvo analizamos lo que llamamos las “transferencias de votos” de una elección a la otra y vimos que los votantes pueden decidir estratégicamente cambiar su voto entre la PASO y la elección general. Por ejemplo, estimamos que un 45% de los que votaron a José Manuel de la Sota en las PASO de 2015 no votaron a Sergio Massa en la general, aunque estaban en la misma primaria, sino que votaron a Mauricio Macri. Y lo mismo pasó con Margarita Stolbizer: un 40% de sus votos fue a Macri y sólo un 0,5% a Massa. Entonces, el resultado de la primaria no indica qué va a pasar en la general. Da pistas al votante pero no es espejo ni predice el resultado.
¿Por qué es conveniente que las PASO reduzcan las opciones electorales?
Hoy tenemos 650 partidos políticos. ¿Hay 650 formas de querer que sea la Argentina? Cuando uno pone una regla, efectivamente pone una barrera. Tenemos un problema con el nivel de fragmentación y confusión electoral que le hace mucho más difícil al votante discernir qué es lo que está eligiendo. Y también tiene otro resultado que para mí es más nocivo y es lo que pasa cuando llegan al Congreso los diputados elegidos de una oferta cuya articulación es muy compleja. En algunas provincias un partido va en alianza con otro partido o alianza, y en otra provincia van en competencia. Pero también es cierto que las PASO ayudaron a que algunas alianzas se puedan organizar: fue el caso de Cambiemos.
A veces hay listas únicas o una fracción disputa el sello y termina presentándose por fuera del partido. ¿Las PASO tuvieron efectos reales en la democratización interna de los partidos?
Ese efecto no es tan claro y tiene que ver con las reglas para formar un partido y mantenerlo, lo que sigue siendo igual de simple que antes y desvirtúa ese objetivo original de democratizar hacia adentro. Hoy no son los partidos los que disputan las PASO sino las alianzas, por eso hay cambios para hacer y mejorar. Que tengamos PASO pero también listas colectoras desvirtúa el sistema. Lo que seguro no podemos hacer es que las PASO sean un chivo expiatorio de un sistema de partidos muy débil. No deberíamos creer que las PASO van a arreglar esos problemas.
El Gobierno propone derogar las PASO. Vos en cambio sostenés que el camino no es eliminar el instrumento sino mejorarlo.
Exactamente. La Argentina es un país de mucha innovación política. En cualquier país del mundo los cambios electorales son muy inusuales. Eso no sucede aquí. Hagamos la lista de leyes en los que estuvimos a la vanguardia: voto femenino (1949), cuota de género (1991), el voto a los 16 años (2011) -que hoy se está discutiendo en muchos países- y las PASO (2009). Tenemos que dar tiempo a las PASO para ver sus efectos porque si uno compara las de 2011 con las de 2015, los partidos aprendieron a usarlas: en 2011 hubo mucho menos competencia que en 2015. Acá se usaron sólo tres veces. Tampoco tenemos que pensar que van a solucionar todos los problemas. La discusión pendiente es cómo lograr que los partidos políticos no sólo sean una etiqueta sino que también den una pista informativa útil. Eso pasó muy poco porque las reglas para que se constituya un partido y ese partido perdure en el tiempo son muy laxas.
¿Y cómo se perfeccionaría esa herramienta?
Cada alianza podría decidir cómo se distribuyen los lugares en la lista después de las PASO. Hay partidos que lo tienen establecido en su carta orgánica y hay alianzas que definen la lista en función de cómo le va a cada una en la elección. Se podría poner una regla que asegure un espacio a las minorías que compiten: que arriba de determinada cantidad de votos queden representadas en la lista. También habría que estudiar si quitar al candidato a la vicepresidencia de las PASO es una mejora y si sirven para todos los cargos en juego. Además, sabemos muy poco de cómo están funcionando las primarias en las provincias y en los distritos en los que en general se presentan agrupaciones únicas. Un ejemplo interesante sucedió en el Frente para la Victoria de Merlo, donde las PASO permitieron recambios: ganó Gustavo Menéndez y después de 24 años en la intendencia Raúl Othacehé no pudo ir a una reelección.
A la hora de descalificarlas también se habla del costo económico de la elección.
La democracia sale plata. Las elecciones salen plata. No creo que ésa deba ser la primera variable por la cual uno decide si un cambio se hace o no. Tener un calendario electoral organizado, más unificado y predecible ayudaría en muchas cuestiones pero no lo pensaría en términos de ahorro.
Otra de las críticas es el cansancio y el hastío que pueden producir en el elector, que tiene que votar varias veces.
Aunque hoy pueda haber cambiado, la participación en las últimas PASO fue del 70%, que es un porcentaje altísimo para una democracia hoy. No tengo dudas de que pueda haber hastío y no digo que las PASO sean para siempre, incluso pueden ser un mecanismo temporario, pero me parece que hay que ser muy cuidadoso por el poco tiempo que pasó, porque a veces les pedimos que resuelvan cosas que no pueden resolver.
¿No es llamativo que el Gobierno, el principal beneficiado por las PASO de 2015, esté planteando su derogación?
Este tema no estaba en la reforma planteada por el Gobierno el año pasado y entiendo que ahora, entre otros temas, está queriendo dar una discusión sobre algo clave, que es el financiamiento de la política. Me parece que ése es un agujero negro no sólo en la Argentina. Basta mirar Odebrecht y los casos más resonantes de corrupción: todos están vinculados con el financiamiento de la política. Los principales partidos que se presentaron a las presidenciales en 2015 tienen sus informes de campaña desaprobados, lo que pone de manifiesto que este tema es estructural. No sólo es un problema de la demanda, o sea de los partidos, sino también de la oferta, de los que financian las campañas. Ése es el gran nudo de las democracias hoy y que tanto nos cuesta discutir acá, en donde las campañas se financian casi exclusivamente con dinero en efectivo.
¿Qué otros ejes deberían debatirse?
Creo que un sistema de boleta única que permita que la oferta electoral esté garantizada en el cuarto oscuro, aún sin fiscalización, también es una reforma en la que sería importante avanzar. Y una reforma política debería articular también con lo que sucede en las provincias. Cada provincia tiene la potestad, así lo establece la Constitución, de darse sus propias reglas electorales. Ahora bien, deberíamos pensar en umbrales mínimos de ciudadanía. Los acoples, los lemas y las colectoras son disfuncionales al sistema y generan dificultades. Esto es ambicioso porque compromete a todos los distritos y requiere que provincias y Nación coordinen, pero es necesario para que el derecho a elegir y ser elegido cumpla con los requisitos mínimos en todo el territorio.
¿Hacia dónde creés que van los partidos políticos hoy?
Los partidos políticos no le están hablando a la sociedad, están desacoplados de las discusiones de ese votante nuevo. En 2030 la sociedad va a estar tomada por los robots y la digitalización y los partidos deberían estar pensando en el futuro. Eso está faltando. Desde Cippec lanzamos una campaña que se llama “Lo que falta es posible en el Congreso”. Son varios problemas estructurales que deberían plantearse en la Argentina: la coparticipación federal y la reforma tributaria, la creación de un fondo fiscal anticíclico, una asignación familiar universal y equitativa, un fondo nacional para la carrera docente, transparencia en el financiamiento de la política y una agencia nacional de evaluación, entre otros temas. Eso es lo que la campaña debería estar discutiendo. Es cierto que las campañas legislativas en general son muy poco programáticas y suelen acotarse al apoyo o no al Ejecutivo, pero creo que debemos contribuir a mejorar la calidad del debate. Y también hay un rol de los medios, que es jerarquizar el trabajo legislativo y mostrar que quienes ingresan en el Poder Legislativo tienen una responsabilidad importante: sancionar leyes que mejoren la vida cotidiana de las personas.