En la Argentina las mujeres participan menos y en peores condiciones de la economía en general y del mercado de trabajo en particular. Solo el 56% de las mujeres argentinas trabaja o busca trabajo, frente al 81% de los varones. Esta brecha se encuentra estancada desde principios de 2000 y se amplía entre la población menos educada; entre quienes conviven con una pareja; entre quienes tienen hijos y entre quienes provienen de hogares de menores ingresos. Por lo tanto, hay una primera brecha que se centra en el acceso al mercado de trabajo.
Las mujeres que buscan trabajar en el mercado lo hacen bajo peores condiciones que sus pares varones de igual o menor nivel educativo: con mayores tasas de informalidad y precariedad laboral y menores remuneraciones por el mismo trabajo. Estas brechas se amplían en la edad reproductiva y luego las trayectorias labo rales de los varones y las mujeres se disocian.
Las mujeres también tienden a desempeñarse en sectores de menor remuneración y dinamismo, fenómeno que se conoce como paredes de cristal. Estos sectores involucran tareas que son extensiones de responsabilidades de cuidado doméstico: empleo doméstico, educación, salud y atención al público, por ejemplo. El 58% de las mujeres que trabajan lo hace en estos cuatro sectores. Las paredes de cristal dan cuenta, junto con la cantidad de horas ofrecidas en el mercado laboral, de la brecha de ingresos que caracteriza al mercado de trabajo y que llega al 21%, agravándose entre la población de menores ingresos, menor nivel educativo y con hijos a cargo.
Por otro lado, las mujeres tienen más dificultades para acceder a puestos de decisión, lo que se conoce como techo de cristal. Esto se observa tanto en el sector público como en el sector privado. Según datos del Ministerio de Trabajo, en el tercer trimestre de 2016 las mujeres ocupaban solo un 34% de los cargos directivos y un 28% de las jefaturas. Además, aun cuando las mujeres logran acceder a puestos jerárquicos se verifica que persiste la lógica de segregación horizontal que impera en el resto de la economía, por lo que las mujeres ocupan cargos en gerencias con menores remuneraciones (Administración, Recursos Humanos, etc.) que aquellas típicamente masculinas (Finanzas, Ventas, etc.).
Uno de los factores más importantes que explican estas brechas es la desigual distribución del trabajo doméstico no remunerado, particularmente del cuidado de niños y adultos mayores. El 90% de las mujeres realiza este tipo de tareas frente al 58% de los varones. Además, ellas dedican casi el doble del tiempo en promedio (6,4 horas diarias) que ellos (3,4 horas diarias). Esta brecha se duplica durante la edad reproductiva de las personas. La doble jornada de las mujeres, compuesta por las horas dedicadas al trabajo remunerado y las abocadas al trabajo doméstico, compromete seriamente la calidad de las trayectorias femeninas en el mercado de trabajo y la calidad de vida de las mujeres.
Para mejorar la participación de las mujeres en el mercado resulta central que se desarrollen políticas que reconozcan y redistribuyan el trabajo doméstico no remunerado. Es clave avanzar en la implementación de un sistema integral de cuidados a través de la expansión de la oferta pública de educación inicial y cuidado y la mejora de la calidad de los servicios brindados, por medio del establecimiento de estándares nacionales. También es crucial modificar el actual régimen de licencias: ampliar la licencia por maternidad a 98 días, extender la licencia por paternidad a 30 días y crear una licencia familiar, que pueda ser tomada de forma no consecutiva y flexible durante el primer año de vida del bebé, con incentivos para que sea el padre quien tome la tome.
La menor y peor participación laboral de las mujeres impacta en el crecimiento, la sostenibilidad y la mayor productividad tanto de las empresas como de los países fundamentalmente porque constituye un desperdicio de talento, dado que las mujeres alcanzan (en promedio) mayores niveles educativos que los varones. Un estudio de la consultora McKinsey mostró en 2016 que si las mujeres tuviesen una participación laboral idéntica a la de los varones, el PBI global anual agregado incrementaría en 28 mil millones de dólares para 2025 frente al escenario de que continúe la tendencia actual (es un crecimiento del 26%).
Cerrar las brechas económicas por género es crucial para el logro de los derechos de las mujeres y también para avanzar en el desarrollo de los países. Se trata de una de las prioridades clave para generar más equidad y crecimiento.