La mejora en la inserción laboral de las mujeres es un desafío pendiente

El 1º de mayo se celebra mundialmente el día del trabajador y la trabajadora. Aunque este día incluye a ambas poblaciones de trabajadores, las posibilidades de participar plenamente en el empleo difieren sustancialmente entre mujeres y varones.

En Argentina, al igual que en el resto de los países de Latinoamérica, las mujeres enfrentan mayores obstáculos que sus pares varones para insertarse en el mercado laboral y, lo que es más preocupante aún, enfrentan mayores restricciones tan sólo para iniciar la búsqueda de empleo. Asimismo, el sector ocupacional donde ellas se insertan, el nivel de formación que se les exige, así como la remuneración que reciben evidencian claras desventajas en relación con los varones.

Para comenzar, la tasa de actividad femenina está estancada desde hace 15 años en el país, mostrando una amplia brecha con la masculina, situación que se verifica también en la Región (CEDLAS, 2015). En nuestro país, en 2016 la tasa de actividad masculina fue casi un 50% mayor que la femenina (69.7 vs. 47,2)(EPH, III trimestre 2016) que se explica –fundamentalmente- por la persistencia de estereotipos de género y una mayor participación femenina en las actividades de cuidado. Las mujeres, además de participar menos en el mercado de trabajo, lo hacen en peores condiciones: presentan mayores tasas de desempleo y de informalidad que sus pares varones.

A pesar de algunos cambios en el ejercicio de ciertos roles asignados culturalmente por el orden de género vigente, la división sexual del trabajo mutó pero no murió. Las mujeres siguen siendo mayoritariamente las responsables principales de la organización del hogar y el cuidado de niños. Según la última encuesta de trabajo no remunerado (INDEC, 2013), el 89% de las mujeres realizan trabajo no remunerado en el hogar, porcentaje que disminuye a 58% para los varones. Asimismo, el tiempo que las mujeres destinan a estas actividades casi duplica el que le dedican los varones: 6,4 hs. vs. 3,4 hs., respectivamente.

Incluso cuando las mujeres “cuidan” de forma remunerada, se ocupan en el sector del empleo doméstico que, a pesar de las mejoras en su formalización, sigue evidenciando condiciones más precarias de trabajo que otros sectores ocupacionales. Más importante aún es que un 16,2% de las mujeres ocupadas se inserta en este sector, casi todas provenientes de hogares de bajos ingresos (EPH, II trimestre 2015).

En el otro extremo de la pirámide, quienes se insertan en sectores más formales enfrentan mayores restricciones para ocupar puestos de decisión. Si bien la participación de las mujeres en estos puestos mejoró en los últimos 20 años, todavía está lejos de lograrse la equidad. Solo 3 de cada 10 puestos de trabajo en los cargos de jefatura y dirección en el país son ocupados por mujeres. Es llamativo notar que la mayoría de esas mujeres tiene hijos mayores de 6 años (PNUD, 2014), lo que muestra que existiría cierta dificultad para compatibilizar la tenencia de niños pequeños con una inserción en puestos de gran responsabilidad.

Por otra parte, las mujeres deben acreditar mayores niveles de formación para insertarse en un empleo. El 30% de las mujeres que trabajan tiene educación superior, contra un 15% de los varones (PNUD, 2014). Las mujeres permanecen más tiempo en el sistema educativo, pero aún cuando ellas tienen mayores credenciales educativas, la brecha salarial sigue siendo importante. El salario promedio de los varones es 31% mayor que el de las mujeres (MTEySS, 2015). Si se tiene en cuenta el nivel educativo, la máxima brecha salarial se encuentra entre los asalariados que han completado la primaria (30%), mientras entre quienes tienen educación superior o universitaria completa esta brecha se reduce al 18,6% (EPH 2012, citado en PNUD, 2014).

Las mujeres son generalmente excluidas de ciertos sectores del mercado de trabajo, insertándose en roles y áreas de cuidado tradicionalmente consideradas “femeninas”. De acuerdo al informe de WISAT, en Argentina más del 70% de los empleados en las áreas sociales, de salud y educación son mujeres. La industria tecnológica ofrece nuevas oportunidades para que las mujeres se desempeñen en empleos calificados que contribuyan a su autonomía económica y desarrollo profesional. Sin embargo, en Argentina solo 1 de cada 4 trabajadores del sector de software y los servicios informáticos es mujer, y entre los desarrolladores de software libre, las mujeres representan solo el 1,5% (Bonder, 2017).

A pesar de los avances logrados en la última década en términos de inclusión social, la mejora en la inserción laboral de las mujeres es un desafío pendiente que requiere la intervención de políticas que aborden el tema desde sus múltiples dimensiones. Una mayor y mejor participación de las mujeres en el empleo remunerado exige un Estado presente que invierta en cuidados y que posicione el empleo femenino como prioridad, acompañando este objetivo con políticas activas de empleo, junto con programas de comunicación y educación con enfoque de género, que amplíen el horizonte de posibilidades de desarrollo para las mujeres y derriben estereotipos acerca de su rol en la sociedad. Se trata de un enorme reto de definición política frente al cual Argentina no puede permanecer indiferente.

Celebremos el día del trabajador y la trabajadora, comenzando por garantizar equidad en el acceso y la permanencia de las mujeres en el mercado de trabajo.

Autores


Gimena de León

Olivia De Achaval

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