Argentina aún está a tiempo de adaptar sus políticas e instituciones a la llamada Cuarta Revolución Industrial (4RI), es decir, el conjunto de nuevas tecnologías (como la Inteligencia Artificial, Internet de las Cosas, Big Data, la impresión 3D y los sensores inteligentes, entre otras) que están cambiando la forma en que producimos, consumimos y trabajamos. Pero hay que hacer cosas para evitar que la oportunidad se evapore.
Según un documento del Cippec (“¿Robots en las pampas? Futuros alternativos para el mercado de trabajo argentino en la Cuarta Revolución Industrial”), difundido ayer, que lleva las firmas de los siempre interesantes economistas Martín Rapetti y Ramiro Albrieu (ambos del influyente think-tank), el país requiere un plan de industria 4.0 con políticas de formación y, a la vez, protección social para aprovechar las nuevas tecnologías y potenciar su capacidad productiva.
“El statu quo no es una opción viable para Argentina”, enfatiza el reporte y asegura que “la Historia muestra que los períodos en que aparecieron tecnologías disruptivas también fueron fases de grandes bifurcaciones en los ingresos, la productividad y el bienestar entre los países”. Es decir, hubo ganadores y perdedores a nivel mundial. No hay nada dicho aún y la oportunidad está. Cuanto más tarde en aprovecharse, más erráticas serán las respuestas y las “defensas” para aferrarse a un pasado que no existe y un futuro que se aleja.
Para eso, el Cippec llevó adelante un ejercicio de prospectiva, es decir, un proceso de razonamiento colectivo e interdisciplinario a partir del que se desarrollaron escenarios hacia 2030. Tras el ejercicio, se desprendieron las siguientes recomendaciones de política.
Implementar un plan productivo para una adopción más rápida y generalizada de las tecnologías asociadas a la 4RI.
Ese primer lineamiento se refiere, justamente, al ritmo de cambio tecnológico. Argentina cuenta con sectores que están cerca de la frontera tecnológica global –como el sector agropecuario y algunos Servicios Basados en Conocimiento (los famosos SBC)- pero el panorama general es de una baja capacidad de absorción de los últimos avances digitales. Para revertir eso, Argentina puede aprender de lo que otros países están haciendo para acelerarlo y adaptarlo a sus propias necesidades. Tomando como punto de partida las recomendaciones de la National Academy of Science and Engineering (ACATECH), el Gobierno alemán inició su programa de Industria 4.0 en 2013, y luego fue seguido por buena parte de los países más dinámicos del mundo: el plan China 2025, el de Advanced Manufacturing en Estados Unidos, la Nouvelle France Industrielle en Francia y la Smart Industry en Suecia son algunos ejemplos.
Un rasgo común de estos planes de política industrial 4.0 es el objetivo de reorganizar la estructura industrial para moverse a esquemas más integrados, flexibles, conectados y colaborativos. Para ello un punto crucial es la inversión en innovaciones asociadas a la creación y adaptación de tecnologías digitales críticas para la reconversión del sistema productivo (Big Data Analytics, robótica avanzada, manufactura aditiva, Internet de la Cosas, por ejemplo). Un segundo rasgo común es que el objetivo último es aumentar la competitividad para que se refleje en el perfil exportador. Un tercer rasgo común es el foco en los impactos en el mercado de trabajo, y la idea de que la acumulación de capital humano tiene que avanzar vis-a-vis la acumulación del capital intangible asociado a la 4RI. Un último rasgo, dice Rapetti y Albrieu, se refiere a la necesidad de actualizar la provisión de bienes públicos poniendo el foco en la infraestructura digital o Information Technology.
¿Qué quiere decir esto en términos de políticas específicas para Argentina y, sobre todo, para los policy-makers? Algunas ideas.
- Realizar un diagnóstico sobre el uso de las tecnologías asociadas a la 4RI por sector económico, tamaño de empresa, tipo de capital, etcétera.
- Promover la inversión en ciencia y técnica, con particular foco en el potenciamiento de los institutos tecnológicos asociados a la estructura productiva (INTA e INTI).
- Facilitar la toma de riesgo del sector privado en proyectos asociados a tecnologías 4.0 a través de la promoción de vehículos financieros adecuados.
- Participar en la toma de riesgos de proyectos de avanzada, por ejemplo, a través de un esquema de compras públicas que potencie a las start-ups innovadoras.
- Poner especial énfasis en los segmentos más rezagados del ecosistema empresarial, desde las Pyme hasta los sectores informales estos últimos de mayor tamaño en Argentina que en los países avanzados. Detectar allí las oportunidades de leapfrogging que puedan hacer la diferencia.
- Acelerar la inversión en infraestructura digital básica.
Introducir políticas de formación en conocimientos y habilidades específicas.
“La evidencia disponible apunta a que para la 4RI son necesarias habilidades socioemocionales y cognitivas básicas, pero también algunas complejas, específicas de cada sector o actividad. Fundamentales serán también la flexibilidad y la adaptabilidad, para aprender y producir nuevos conocimientos a lo largo de la vida (lifelong learning). Así, readaptar las habilidades de los trabajadores actuales y futuros es complejo, ya que involucra a varias etapas de formación: la primera infancia, el tránsito por el sistema educativo formal y el aprendizaje en el trabajo. Idealmente, en este contexto tan dinámico, lo óptimo sería crear una agencia pública para la anticipación de las competencias laborales”, dicen los autores. Allí, la combinación de información sobre el mercado laboral con modelos de pronósticos de habilidades e investigaciones cualitativas pueden servir de guía para la orientación de las políticas educativas (diseños curriculares, formación docente, incorporación de tecnologías digitales, entre otras cuestiones) y el diseño de los incentivos para la capacitación profesional en las empresas. Algunas ideas.
- Realizar un diagnóstico comprehensivo sobre el estado de los conocimientos y las habilidades en los trabajadores actuales y futuros.
- Fomentar el aprendizaje en la primera infancia a través de políticas integrales de crianza, enseñanza y cuidado. En esta etapa vital se fijan las bases de la estructura cerebral, de manera que constituye un período clave para desarrollar habilidades cognitivas básicas y socio-emocionales. Es, además, un período clave para nivelar las oportunidades de desarrollo entre los sectores socioeconómicos más y menos aventajados.
- Mejorar la calidad de la educación básica para poder incorporar habilidades y conocimientos generales más avanzados. Eso requiere fomentar y mejorar las condiciones de la carrera docente, mejorar los diseños curriculuares, inventir en infraestructura y atender especialmente al nivel secundario.
- Adaptar la educación terciaria y universitaria para facilitar el pasaje al mundo del trabajo. Esto requiere potenciar los mecanismos de educación y formación técnica y profesional –incluyendo la escuela media– e intensificar la interacción entre el mundo del empleo y el mundo empresarial.
- Contemplar actualizaciones periódicas como parte de la capacitación dentro de las empresas.
Repensar los esquemas de protección y más en general las instituciones que median en las relaciones laborales. Los esquemas tradicionales deben ir reformándose para dar paso a arreglos más flexibles, quizás complementados con una red de contención universal. “Aquí tampoco sirve el statu quo: la alta tasa de informalidad laboral que tiene Argentina no encontró aún un mecanismo para resguardar los derechos de los que no cuentan con un empleo formal típico de los países avanzados”, dicen Rapetti y Albrieu. “Este último punto debe alertarnos sobre una cuestión adicional: la nuestra es una economía dual, lo cual significa que las políticas deberán contemplar las asimetrías existentes, sea en términos sectoriales, de stock de habilidades de los trabajadores y de su género”, señalan, como última recomendación.
“Argentina, al igual que otros países emergentes, ha mostrado poca capacidad para reformar y adaptar sus políticas e instituciones ante cambios bruscos de contexto. Sin embargo, una ventana de oportunidad acaba de abrirse”, señala el trabajo. “Aprovecharla para dejar atrás a Belindia (Nota del Redactor: un país imaginario con una pequeña fracción de su población trabajando con estándares e ingresos similares a los de Bélgica y la mayoritaria con productividad e ingresos similares a los de la India) y desarrollarnos no depende de la Historia sino de las acciones que empresarios, trabajadores y dirigentes tomen de aquí en adelante. Estas son las formas de lograr que esta vez sea diferente”, concluyen los autores.