Con el correr de los años, la matrícula en el nivel secundario se desgrana mucho más de lo deseable. Cada año son 57.023 los alumnos que repiten o directamente abandonan la escuela. La distinción entre repitentes y desertores, aunque importante, es imposible hacerla debido a que no se relevan trayectorias escolares con nombre y apellido.
Los datos son aún más preocupantes cuando se cambia la medida: allí se observa que cada día 156 chicos dejan su curso o que por hora son 6,5 los adolescentes que no avanzan como está pautado. Por minutos se presenta la estadística más resonante: cada 8 minutos un joven argentino repite su curso o deja la escuela.
Los números provienen del informe “El camino hacia la graduación en secundaria: ¿una misión imposible?”, realizado por el Observatorio Argentinos por la Educación, que hizo su lanzamiento oficial con la presencia de Infobae. El documento deja ver que solo el 60,7% de los estudiantes de primer año del nivel secundario llega al último año en el tiempo esperado.
Más allá de la complejidad, se registró una leve mejoría en la comparación con el cohorte 2006-2011. En cinco años, la tasa de alumnos que llega en tiempo y forma a quinto o sexto año creció un 3,7%.
“Estamos acostumbrados a escuchar que poco más de la mitad de los alumnos terminan la secundaria en tiempo y forma: estas cifras permiten dimensionar qué significa eso. La secundaria es el nivel más crítico del sistema educativo, el que presenta los desafíos más urgentes. Es clave poner el foco ahí para entender las causas por las cuales los estudiantes se quedan en el camino”, señaló Ignacio Ibarzábal, director ejecutivo del Observatorio Argentinos por la Educación.
El informe pone en cifras concretas y actuales una problemática que ya se conocía. La secundaria argentina atraviesa una crisis severa. No solo por el desgranamiento sistemático de su matrícula, sino también por la calidad de sus aprendizajes. De acuerdo a los últimos datos de Aprender 2017, el 69% de los estudiantes tiene dificultades para resolver operaciones matemáticas. En Lengua, la realidad es un poco más auspiciosa, aunque todavía el 38% está por debajo del nivel esperado.
“Tenemos una escuela en la que, en muchos casos, nadie logra ver anticipadamente a estos chicos que pelean, que no pueden, como para hacer algo y ayudarlos. Las aulas se van vaciando y nadie reacciona para afrontar el problema colectivamente”, consideró Gustavo Iaies, director del CEPP y ESEADE.
La apuesta del gobierno nacional es la Secundaria 2030, que se aprobó a fines del año pasado en el Consejo Federal de Educación. Todos los ministros jurisdiccionales acordaron presentar sus proyectos a lo largo de 2018 para comenzar a implementarse desde 2019. Todos esos planes tendrán como ejes comunes la flexibilización de los procesos de aprendizaje, el trabajo por proyectos y el foco en la formación docente. Hoy más del 20% de los profesores dan clases sin título habilitante en la secundaria.
“La educación secundaria presenta el desafío de la inclusión y la graduación en toda la región. El camino para evitar el abandono requiere de políticas que acompañen la trayectoria de los alumnos, con becas, tutores, apoyo a las escuelas más vulnerables, tecnología. Pero el desafío más profundo es repensar las pedagogías para que la escuela tenga sentido y valor en la vida de los jóvenes”, sostuvo Axel Rivas, director de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés e investigador de CIPPEC.
La brecha de género invertida
En Argentina se presenta un fenómeno peculiar: al comienzo de la secundaria son más hombres que mujeres (51,5 contra 48,5%), pero en el último año ellas son la mayoría (54,6%). En todo el país, en las aulas de quinto o sexto año -de acuerdo al sistema de cada provincia- hay 40 mil mujeres más que varones.
En porcentajes, el 68,3% de las chicas que comienzan logran finalizar su trayectoria escolar. En cambio, en los hombres ese índice es de apenas el 53,5%.
El informe brinda tres posibles hipótesis que explican el fenómeno, aunque -aclaran- ninguna es concluyente. En primer lugar, lo asocian a que los varones suelen ser quienes se insertan más temprano en el mercado laboral, lo cual los retrasa en su progreso en el colegio. Por otro, puede obedecer a una percepción de que terminar la secundaria no ayuda a conseguir luego un mejor puesto de trabajo.
La tercera posible razón se vincula al mejor rendimiento escolar que suelen tener las mujeres. Tanto en evaluaciones nacionales como internacionales se observa que el alumnado femenino consigue mejores puntuaciones que el masculino. Eso -dicen- las puede motivar a continuar y, al contrario, puede incentivar la deserción.