Hablar de un año educativo perdido sería desconocer los esfuerzos y aprendizajes de la educación en aislamiento social

Según la Unesco, hasta principios de agosto de 2020 y como consecuencia del cierre de instituciones educativas, para detener la rápida propagación del COVID, más de 1.060 millones de estudiantes en todo el mundo se encuentran fuera de la escuela. De ellos, más de 160 millones corresponden a estudiantes de América latina y el Caribe.

La virtualidad suplantó rápidamente la presencia en las aulas. En Argentina, según los datos preliminares del proceso de continuidad pedagógica, el 95 % de los hogares recibió propuestas pedagógicas, pero el 53 % padeció la conectividad, es decir, se vio privada de su derecho a la educación.

Alejandro Castro Santander es docente, investigador, Director General del Observatorio de la Convivencia Escolar y autor de, entre otros libros, “Conflictos en la escuela de la era digital. Tecnología y Violencia”. Consultado por NOTICIAS sobre si este es un año perdido en materia de educación, considera: “Es un año distinto, excepcional que creó mucha incertidumbre y se hizo lo que se pudo con lo que se tenía. El tema es que a veces, no ir a la escuela, se convierte en perder el único lugar a través del cual se puede  acceder al conocimiento. Sin computadoras, sin celulares adecuados o directamente sin conectividad, con padres sin recursos para ayudar a sus hijos, el proceso educativo se hizo inviable”. El especialista agrega: “La desigualdad, más que surgir, se evidenció y se incrementó por la postergación de respuestas concretas a reclamos de décadas en el sistema educativo. Ya nadie duda del bajo interés de la política y de muchos ciudadanos hacia la educación. Tanto salud como educación son derechos impostergables y no están como deberían. Durante las tormentas, lo que esta flojo se deteriora o se pierde”.

Gonzalo F., es maestro de primer grado en el Barrio Piedra Buena de la Ciudad de Buenos Aires. Todos los días, envía la tarea por whatssap a sus 24 alumnos. Solo cuatro, responden con periodicidad. El resto, cada tanto. Sabe que muchas familias no tienen computadoras, hay un solo celular en la casa y se arreglan con datos. “Hay 7 familias que no encontré más en el teléfono”, se lamenta.

Con respecto al cumplimiento de objetivos, el maestro cuenta que en un año normal la mitad de su curso ya leería y escribiría. “Hoy no tenemos manera de evaluar eso -admite-. Los padres mandan la tarea hecha y uno como docente tiene la opción de pedir un video, pero no lo hago porque no quiero presionar con una evaluación. Armamos la actividad, pero la situación pedagógica ocurre en el seno de la familia, y las familias no son docentes”.  Gonzalo está convencido que las secuelas de este proceso depende de las autoridades: “Se tienen que entregar computadoras a las familias que no las tienen y liberar internet, que ya se convirtió en un derecho humano básico en cuarentena. Y los derechos no se garantizan solos”, dice.

Relata anécdotas dolorosas: “Una mamá que me envió un audio y me explicó que no  sabía leer ni escribir y que no tenía quien ayude a su hijo”. De todas formas, el maestro cree que no está el año perdido:“Lo que no se hizo en estos 6 meses, no será irrecuperable si se toman medidas justas en un futuro cercano. La gente sigue viva. Los nenes que no aprendieron a leer ahora, lo aprenderán en algún momento”.

Silvia Ardizzone es maestra de primer grado en la escuela N°31 Juana Manso, en Tierra del Fuego. Desde que comenzó la pandemia, todos los lunes envió la tarea con videos explicativos. A doce familias (en un radio de 50 cuadras) se las alcanzó cada semana  impresas a sus casas. “Yo no creo para nada que sea un año perdido”, dice. “Hace un tiempo comenzamos con dos clases semanales virtuales y, lamentablemente, de 22 alumnos, se conectan 7 u 8 nenes”. El resto no se conecta por cuestiones laborales de los padres, por no tener Whatsapp o por carecer de dispositivos. “Pero hacen las tareas, las familias me mandan fotos o los nenes que se han largado a leer me envían audios”, se alegra la seño. Silvia reitera que fue fundamental la ayuda y acompañamiento de las familias. Entiende que los avances no fueron los mismos que otros años, pero lo importante es que se va aprendiendo.

Autor


Vanesa D’Alessandre

Investigadora asociada de Educación, Investigadora principal de Protección Social

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