Los que saben algo de cuestiones sociales suelen decir que la mejor política para bajar la pobreza y la indigencia es evitar tener bandeadas macroeconómicas que muevan el barco. La estabilidad, y la política de ingresos complementarios, son cruciales, por ende, para lograr lo que debería ser el principal objetivo de la política económica. La Argentina de los últimos 18 meses muestra la importancia de eso.
El 2017 terminó con una tasa de pobreza de 25,7%. Un año de crecimiento de la economía y estabilidad nominal habían logrado bajar la tasa desde el 30,3% de fines de 2016. Pero luego de llegar a 25,7% a finales de 2017, la situación cambió para mal. El dólar empezó a moverse y la estantería de la macro, a resquebrajarse. El primer semestre de 2018 terminó en 27,3% y el segundo, en 32%. Las políticas sociales complementarias poco hicieron para ayudar. Apenas compensaron. Como la crisis no se detuvo, tampoco lo hizo el avance de la pobreza, acicateada por la retracción de los ingresos reales, contracara de una inflación desbocada y cierta precarización en la calidad del empleo.
Lo entendió también Carolina Stanley, ministra de Desarrollo Social. “Nuestro objetivo es reducir la pobreza, algo que logramos los primeros años de gobierno, pero se vio afectado el índice por las distintas devaluaciones y las crisis económicas que fuimos sufriendo”, explicó, ayer, tras la difusión de los datos. “Los resultados no son lo que esperábamos”, dijo, flanqueada por su colega Dante Sica.
Ayer, el Indec informó que la pobreza avanzó hasta 35,4% en el primer semestre de 2019. Más de un tercio de la población. A su vez, la indigencia avanzó hasta 7,7%. Así, la pobreza afecta a 25,4% de los hogares y la indigencia, a 5,5%. Según cálculos de LCG, la población pobre asciende a 16,3 millones y la indigente es de 3,5 millones. A nivel etario, la situación es más grave aún porque la pobreza se ha infantilizado. En el segmento 0-14 años, 52,6% es pobre; en el de 1529, 42,3%; en el de 30 hasta 64, 30,4% y el de 65 y mayores, 10,4%.
A nivel geográfico, los peores guarismos se encuentran en el NOA, NEA y GBA.
La brecha de la pobreza se incrementó de 36,2% a 39,3% en el último año. En promedio, los hogares pobres necesitan $ 30.400 mensuales para adquirir la canasta básica (CBT) de su hogar. También en promedio, cuentan con un ingreso familiar total de casi $ 18.400 por mes. Cubren sólo 61% de la CBT, cuando un año atrás cubrían 64%. “La distancia promedio de los pobres respecto al umbral de salida de la pobreza se amplió en el último año. Esto significa que no sólo la incidencia de la pobreza es mayor, sino que la intensidad de esta es más fuerte. Los pobres ahora son más pobres que hace un año”, graficaron, con crudeza, desde LCG.
Lo que viene
Completan un panorama lúgubre las proyecciones para la pobreza durante el segundo semestre.
“La segunda mitad del año comenzó con una nueva aceleración inflacionaria que erosionará los ingresos reales en un contexto de crisis económica. Como resultado, es probable que pese a trabajar más –por el momento, el empleo informal continúa creciendo–, nuevos hogares (y personas) caigan por debajo de la línea de pobreza, la cual rozará el 40%. Algo similar ocurrirá con la indigencia. En la medida en que los saltos inflacionarios tengan origen en la cuestión cambiaria, los alimentos tenderán a encarecerse y, por lo tanto, más personas tendrán dificultades económicas para acceder a los mismos”, dijeron desde Ecolatina.
“De cara a lo que queda de 2019, los indicadores de pobreza e indigencia seguramente seguirán empeorando. Los datos del segundo semestre incorporarán la nueva aceleración de la inflación y la consecuente erosión del poder adquisitivo de los hogares. El ajuste por movilidad no le ganará al alza de los precios y la apertura de paritarias para los trabajadores formales todavía luce muy acotada. Con desempleo por encima del 10%, es poco probable que los trabajadores informales (35% del total) logren una mejora real de sus ingresos. Las medidas de alivio anunciadas por el gobierno después de la derrota de las PASO (bono de $ 2.000, baja del MNI de Ganancias y bono de $ 5.000 para empleados del sector privado) difícilmente podrán revertir el empeoramiento de los indicadores sociales”, dijeron desde LCG.
“Es necesario recuperar la estabilidad y la senda del crecimiento económico, pero eso es insuficiente para eliminar la pobreza. Incluso aunque la economía creciera a un 3% anual en los próximos cinco años, la pobreza no bajaría del 20%”, sostiene Gala Díaz Langou, directora del programa de Protección Social de CIPPEC, y coautora del documento “Pobreza Crónica”.
“Por eso, es fundamental contar con una estrategia integral liderada por el Estado con apoyo de diversos sectores, incluyendo movimientos y organizaciones sociales, sindicatos y empresas. Se deben consensuar medidas sostenibles que tengan en consideración la atención urgente de las necesidades inmediatas y medidas de mediano y largo plazo”, agrega.
“El próximo Gobierno deberá enfrentar los impactos negativos de la crisis económica con políticas con impacto directo y automático sobre los ingresos de los hogares más vulnerables. Esto implica universalizar y fortalecer las transferencias a hogares con niños y adolescentes y reforzar las políticas para asegurar la provisión de alimentos de calidad en los sectores de menores ingresos”, dijeron desde el Cippec en un comunicado posterior a la difusión de los datos del Indec.