La brecha salarial entre hombres y mujeres es una realidad de larga data. La diferencia entre el ingreso promedio de ambos sexos está en casi el 27% -según un informe del Indec, con datos al tercer trimestre de 2017-, en un escenario en el que cerca de la mitad de las mujeres ocupadas trabajan en el comercio, en tareas domésticas y en el ámbito de la educación.
Según el informe “Las mujeres en el mundo del trabajo”, publicado por el Ministerio de Trabajo de la Nación, la segregación vertical (distribución de puestos según cargos) y horizontal (distribución según sectores) contribuye a la desigualdad de género. La tasa de participación de las mujeres en el mercado de trabajo creció significativamente, al pasar de 36,8% en 1990 a 48,1% en el primer trimestre del 2017. Pero detrás de esta suba no hay principalmente un crecimiento del empleo formal, sino un aumento de la desocupación y subocupación.
En cuanto a la segregación horizontal, las fuentes de empleo para mujeres están más presentes en las tareas de servicio doméstico; la enseñanza y los servicios sociales y de salud; los servicios de hotelería y restaurantes; la actividad financiera y de seguros, y en investigación y desarrollo. La actividad primaria y la construcción, por ejemplo, son en cambio espacios más “masculinizados”.
En el servicio doméstico, la participación femenina es de 91%, a la vez que, del total de mujeres ocupadas, el 16,4% está en este sector, donde el ingreso promedio era, en el primer trimestre de 2017, de $6303, el más bajo entre las categorías analizadas por un informe de CIPPEC que se basó en datos oficiales. Entre los trabajadores de comercio -con un salario promedio de $14.668- un 39% son de sexo femenino: estas personas representan al 16,9% de las mujeres que trabajan. En la educación el ingreso ronda los $12.664 y en el 77% de los puestos hay mujeres (13,7% de las ocupadas). Estos tres sectores suman un 47% de las ocupaciones femeninas.
En contraposición, en el ámbito de servicios financieros, en el que se registran los salarios más altos -un aproximado de $21.209- las mujeres son un 40%, pero sobre el total de las que están en el mercado laboral, la participación es del 2,3%. En la construcción, con un ingreso medio de $13.833, hay un 3% de mujeres (es el 0,8% del total de ocupadas).
Gala Díaz Langou, directora del programa de Protección Social de CIPPEC, explica que los sectores con mayor participación femenina son también los de menores ingresos. “Hay una vinculación muy clara entre la ‘feminización’ de determinados sectores y el bajo salario promedio, respecto de otros sectores más ‘masculinizados’. La segmentación no responde a prohibiciones explícitas, sino a comportamientos aparentemente libres de elección, que sistemáticamente ubican a las mujeres en sectores muy a menudo asociados a tareas tradicionalmente consideradas femeninas: servicio doméstico, educación y salud, entre otros”.
Esa consideración tiene un vínculo claro con lo observado en la pirámide de ingresos. Según los datos de distribución del ingreso difundida por el Indec, en el tercer trimestre de 2017 en el nivel inferior de la escala (10% de la población con ingresos más bajos) se concentran 1.138.566 mujeres, mientras que los varones son 529.847. Por el contrario, en el escalafón que agrupa al 10% mejor posicionado en cuanto al dinero percibido, la proporción es inversa: los varones son 1.100.902 y las mujeres, 567.389.
Así, los salarios más altos se concentran en los varones, a tal punto que una mujer por cada dos hombres está en el nivel superior de ingresos.
Desde la consultora Accenture desagregan las causas que llevan a la diferencia salarial y afirman que “más de la mitad de la brecha de género en la Argentina se explica por la menor proporción de mujeres en puestos remunerados (54% de la diferencia), el menor número de horas promedio trabajadas por las mujeres (30%) y el hecho de que ellas trabajan en industrias con ingresos más bajos (4%).
Cecilia Giordano, de la consultora Mercer, dice que en las compañías “la mayor presencia femenina se observa en áreas de recursos humanos, call center, consumo financiero, legales y asuntos corporativos”. Y disminuye en áreas de reparación y mantenimiento, energía, exploración, manufactura, suministros, logística, ingeniería y construcción. “La mujer se ve relegada a tareas domésticas, lo que aísla el desarrollo profesional y personal. Y hay políticas que acentúan esta situación”, dice Giordano.
Magalí Brosio, economista y coeditora de Economía Femini(s)ta cuenta que no hay una relación clara y unívoca entre el nivel de participación femenina en un sector y la amplitud de la fecha salarial. “Si bien suele darse que los sectores masculinizados muestran asimetrías salariales más altas, no es una regla que ocurra siempre. En la construcción, por ejemplo, hay brechas salariales negativas, lo cual implica que las mujeres tienen en promedio salarios más altos, pero se debe a que las pocas mujeres dentro de este sector están en puestos jerárquicos y bien pagos. La dinámica no es la misma en sectores masculinizados mejor pagos, como tecnología o finanzas, donde las pocas mujeres que no son expulsadas por el ambiente muchas veces hostil reciben salarios, en promedio, inferiores”.
Si se analiza la segregación vertical -tema vinculado al ascenso a posiciones jerárquicas y al “techo de cristal”- existe una mayor concentración de varones en puestos directivos y en jefaturas intermedias. “Esto ocurre en todos los sectores, excepto en servicios sociales y personales, donde se registra la relación inversa, dado que la dotación de mujeres en este sector es un 65% y la de los varones es de un 35%. Aun en los casos en que las mujeres acceden a puestos jerárquicos, en general son gerencias con menores remuneraciones, como las de administración o recursos humanos, mientras que los varones suelen ocupar gerencias financieras, de ventas o productivas, mejor remuneradas”, dice el informe de la cartera laboral.
Giordano sostiene que “las mujeres que se enfrentan al techo de cristal tienen educación terciaria e ingresos familiares altos, pero lidian con techos que limitan su empoderamiento. La tasa de participación laboral en este grupo es alta, convergente con la de los hombres, y relativamente estable en los ciclos económicos”.
En Mercer vislumbran, sobre la base de un estudio de la empresa McKinsey, que si todos los países hicieran coincidir el progreso hacia la paridad de género del país vecino que mejora más rápidamente, el PBI mundial podría aumentar hasta 12 billones de dólares en 2025. Y en Accenture sostienen que si se mantienen algunos cambios en relación con la conciencia para cerrar las brechas de género, las mujeres en los países desarrollados podrían alcanzar la paridad salarial en 2044.
Por Julia D’Arrisso
La Nación