Cada año, el 1° de marzo es una fecha significativa ya que, además de iniciar el ciclo legislativo, el Presidente debe informar al Congreso sobre el estado de la Nación. En estos discursos, el Presidente debería hacer públicas las prioridades de política; rendir cuentas sobre el desempeño del gobierno y anticipar correcciones en el rumbo de la gestión en caso de que sea necesario. El discurso de apertura de las sesiones legislativas es un informe que hace a la calidad institucional de la democracia. Tanto su argumento y presentación como la relevancia, validez, accesibilidad, apertura y publicidad de las cifras que contiene son determinantes para dar explicaciones de calidad sobre el estado de la Nación.
Con estilos, marcos conceptuales y uso de datos muy diferentes, lamentablemente, los informes sobre el estado de la Nación se vienen formulando a medida de cada gestión en vez de adecuarse a las necesidades del país. Desde 1994, comparten por lo menos dos características comunes que los debilitan.
Por un lado, los informes omiten el plan de gobierno: suelen seguir la lógica de la actividad de los ministerios, que poco dice sobre las promesas de campaña (por ejemplo, “pobreza cero”); el programa de gobierno (por caso, las metas de inflación cuando existía ese régimen) o el avance en compromisos internacionales (como los Objetivos de Desarrollo Sostenible). La rendición de cuentas del Presidente se concentra en pocos temas generales y en ellos predominan referencias al desarrollo económico y al desarrollo social y cultural como dimensiones centrales.
Por otra parte, hay una tendencia a explicar los resultados de las políticas públicas con datos de escasa calidad y de poca continuidad. Las cifras que se presentan hablan más de la “cocina” del Estado que del estado de la Nación en sí. La falta de continuidad estadística entre los datos de cada informe impide analizar la evolución de los más relevantes a lo largo del tiempo.
El discurso tendría que ayudar a responder por lo menos tres preguntas: ¿cuál es el plan de gobierno?; ¿cuáles son los avances en el cumplimiento de los resultados esperados?; y ¿cuáles son las cifras que explican avances y justifican correcciones?
Los discursos de 2016, 2017 y 2018 fueron similares entre sí. El de 2018 fue más corto que los dos anteriores (duró menos de una hora), contó con menos cantidad de pausas para aplausos y mencionó menos datos y propuestas de políticas. Las palabras más mencionadas en los tres discursos de Mauricio Macri están vinculadas a la identificación con la idea de nación: se utilizan términos como “argentinos” (80 veces), “país” (71) y “Argentina” (45). Esta interpelación a una identidad colectiva también está presente al analizar los discursos brindados entre 1995 y 2015, donde las palabras más usadas son “Argentina” (861 menciones), “país” (682) y “nacional” (493). Siguiendo esta tendencia, es posible que el discurso de este viernes tenga una duración de menos de una hora, haga más referencia a compromisos internacionales que a las promesas de campaña o al plan de gobierno, presente menos cifras y menos propuestas de políticas.
Establecer prioridades explícitas, medir los resultados de las políticas y adoptar medidas superadoras es el punto de partida para poder fortalecer el informe sobre el estado de la Nación y la rendición de cuentas.