En ese momento sólo 26% de las bancas de diputados eran ocupadas por mujeres. Sólo había dos senadoras, ninguna ministra y nunca una mujer había resultados electa gobernadora. En la Convención Constituyente las mujeres representaron el 26% del cuerpo. En ese entonces fue el órgano deliberativo con mayor proporción de mujeres entre todos los países del mundo.
Desde entonces, la ley de cupo femenino, las cuotas en las provincias y ahora las leyes de paridad, abrieron espacios para nosotras en el ámbito legislativo. Actualmenteocupamos el 40% de las bancas en las Cámaras del Congreso nacional y entre un 12 y un 50% en las legislaturas provinciales. Sin embargo, las mujeres permanecemos subrepresentadas y excluidas de las máximas posiciones de poder político. Sólo 2 de 24 provincias y apenas el 12% de los municipios están gobernados por mujeres. Hoy hay 4 ministras en el gabinete nacional, nunca antes hubo tantas.
Las barreras que generan este sesgo en la representación de las y los argentinos son muchas, no son exclusivas de la política y están arraigadas en nuestra cultura y en nuestra forma de organizarnos como sociedad.
En los partidos políticos, donde se construyen los liderazgos, la dirigencia mayoritariamente masculina, la asimetría de capital relacional, los estereotipos y hasta los espacios y los horarios en que se hace política funcionan como barreras. Por eso las leyes de paridad son necesarias, obligan a los partidos a ofrecernos oportunidades que de otra manera nos son retaceadas sistemáticamente.
Incluso teniendo la regla de paridad, como no solemosser la primera opción de los partidos, si sólo hay una posición en juego como ocurre con los cargos ejecutivos, las mujeres quedamos relegadas. Por eso nuestra participaciónen órganos legislativos ha avanzado mucho más que en los ejecutivos donde no hay cuotas ni paridad. Las mujeres llegamos cuando hay muchos lugares para repartir y reglas que nos permiten postularnos en lugares expectantes.
También, para participar competitivamente en política se necesita dinero. Esos recursos los pone el partido o los ponen donantes privados. Política y negocios son dos mundos dominados por los hombres. Entonces nuestro acceso a esos recursos es mucho más restringido que el de los hombres. En Argentina los donantes son mayoritariamente hombres, ponen montos más grandes y aportan el 75% de los recursos declarados, según los registros de la Cámara Nacional Electoral.
La violencia política con frecuencia es más cruenta y personal contra nosotras. Posiblemente porque las dirigencias de los partidos y los competidores nos perciben más vulnerables, con menos recursos para resistir. Esto actúa como un disuasivo y como una barrera. También, en elecciones anteriores hemos detectado un fenómeno que permanece invisibilizado: en los lugares de votación las mujeres reportan haber sufrido amenazas y se sienten vulnerables en el contexto de ir a votar con mucha más frecuencia que los hombres.
Sin conocimiento público no hay carreras políticas, y los medios de comunicación son un recurso determinante para alcanzarlo. La cobertura que los medios le dan a las mujeres que hacen política también suele estar sesgada. Con ellas es frecuente que se haga foco en el aspecto físico, la vestimenta y la vida personal. Les pueden dar el mismo tiempo que a los hombres, pero el tratamiento es todavía muy distinto.
Además, como nos ocurre a todas las mujeres que trabajamos, mientras las tareas de cuidado sigan recayendo principalmente sobre nosotras, no vamos a poder competir en igualdad de condiciones. En nuestro Congresos nacional, aún hoy, los legisladores están casados y tienen hijos con mucha más frecuencia que las legisladoras. Incluso, entre los legisladores con hijos, los varones tienen más hijos que las mujeres.
Por último, todas estas barreas impactan nuestra autopercepción como posibles candidatas y líderes políticas. Las normas y estereotipos de género pesan, es un hecho documentado que todavía la política es percibida como un ámbito masculino y por eso las mujeres desarrollamos ambiciones políticas con mucha menos frecuencia que ellos.
Frente a estas barreras la regla de paridad es una medida necesaria, aunque no suficiente, para cumplir con el mandato constitucional de la igualdad real de oportunidades. Imponeun estándar mínimo: que los partidos deban ofrecernos el mismo lugar que a los hombres en las boletas. Pero también es un primer paso que debería ponernos en el camino hacia la eliminación de las otras barreras: la experiencia de otros países muestra que cuando hay más mujeres en los lugares donde se toman decisiones y se reparten los recursos ellas se unen para hacer avanzar la agenda de la igualdad de género y la protección de los más vulnerables como las niñas y los niños, las ancianas y ancianos y las minorías. Esa es la agenda de la igualdad real.