“Para que la economía crezca al 3% y la balanza comercial se mantenga equilibrada, las exportaciones de bienes y servicios deberán sumar unos u$s25.000 millones adicionales para 2023”. Así lo señala un estudio elaborado por Martín Rapetti, director del programa de Desarrollo Económico de CIPPEC (Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento) junto con Pablo Carreras Mayer, Caterina Bresty Alejo Sorrentino. El documento – Exportar para crecer – afirma que la Argentina se encuentra “retenida en una trampa de crecimiento interrumpido” como consecuencia de la recurrente falta de dólares y, en tal sentido, propone políticas para que las ventas externas permitan superar esta situación.
Desde que se dio origen a un nuevo régimen internacional a mediados de la década de 1940, la economía argentina logró crecer por más de cinco años consecutivos solo en dos períodos: entre 1964 y 1974, y entre 2003 y 2008.
Desde entonces, el país atravesó 16 episodios recesivos que suman un total de 25 años de contracción de la actividad: hubo una recesión cada tres años. Argentina es, junto con la República del Congo, el país que ha experimentado la mayor cantidad de años en recesión desde 1960. El estudio afirma que “casi en su totalidad, las interrupciones del crecimiento ocurrieron por problemas de balanza de pagos”.Un factor determinante, explica, ha sido el conflicto entre las demandas materiales de la sociedad y la capacidad productiva de la economía. El conflicto genera presiones a la apreciación cambiaria, es decir provocan lo que comunmente se llama dólar barato, que erosionan los estímulos a la inversión y expansión de la oferta de bienes y servicios transables.
En este contexto, el ritmo de crecimiento de las exportaciones tiende a ser bajo en relación al de las importaciones y, consecuentemente, el flujo neto de divisas es insuficiente. Así, se concluye que “el crecimiento se interrumpe porque faltan dólares”.
Caída
Al analizar la evolución reciente de las ventas externas, se observa que entre 2008 y 2011 se desaceleró la mejora de las exportaciones, y su rendimiento entre 2011 y 2015 se tornó negativo: cayeron de un pico histórico de casi u$s100 mil millones a un poco más de u$s70 mil millones.
Tres factores contribuyeron a esta caída próxima a los u$s30 mil millones. El principal factor fue de origen externo: la disminución de los precios de exportación —especialmente el de las commodities agrícolas durante 2013 y 2014— la cual explica algo menos de la mitad de la reducción total; unos u$s13 mil millones. Un segundo factor de origen externo fue la recesión de Brasil que impactó negativamente sobre las exportaciones de manufacturas de origen industrial (MOI), especialmente en el bienio 2014-15. Si bien no es fácil estimar este impacto con precisión, una estimación posible indica un efecto contractivo del orden del 10%: unos u$s2.700 millones, afirma Rapetti.
Por último, algo más de un 40% de la caída de las exportaciones —unos u$s12 mil millones— es atribuible a factores de origen doméstico. El trabajo sostiene que tampoco es sencillo establecer con precisión la responsabilidad específica a cada una de las políticas que durante el período 2012-2015 le imprimieron un “sesgo anti-exportador” a la política económica, pero afirma que “es claro, sin embargo, que durante este período, Argentina aplicó un conjunto de medidas que tendieron a desalentar las inversiones asociadas a expandir mercados y la producción exportable”.
Sin crédito externo
Dado el escaso financiamiento externo disponible para Argentina desde 2018, un crecimiento económico sostenido durante el próximo mandato presidencial requerirá que las exportaciones aceleren su crecimiento, afirma el documento del CIPPEC.
Para que la economía crezca al 3% y la balanza comercial se mantenga equilibrada, calcula que las exportaciones de bienes y servicios deberán sumar unos u$s25.000 millones adicionales para 2023. Pero ese volumen de divisas “no podrá ahorrarse restringiendo importaciones e imponiendo controles, ni se obtendrá solamente de exportaciones de productos primarios”. Por estas razones propone que “Argentina deberá apuntar a una estrategia diversificada que combine exportaciones primarias, manufactureras y de servicios”.
Desde una perspectiva de largo plazo, el trabajo liderado por Rapetti argumenta que el país debería “construir una estrategia integral de desarrollo exportador que trascienda la concepción exclusivamente de acceso a mercados y facilitación de comercio”. Desde esta perspectiva se propone articular el desarrollo productivo con un entorno de política macroeconómica propicio para el objetivo general de incrementar las exportaciones.
Y considera que un elemento central de una estrategia integral es jerarquizar institucionalmente el rol del desarrollo exportador. Una forma posible es la de una Agencia Nacional de Desarrollo Exportador. La motivación sería contribuir a la construcción de una estrategia país, coordinar las acciones y políticas dirigidas a estimular la performance exportadora e involucrar en forma activa a empresas y trabajadores de los sectores estratégicos para el desarrollo exportador.
Además, para que las políticas de promoción de exportaciones y desarrollo productivo cumplan su cometido, el trabajo concluye que la política macroeconómica debe procurar un entorno propicio para el desarrollo exportador. Además de perseguir los objetivos convencionales de estabilidad de precios y financiera, el Banco Central debería velar por la estabilidad de las cuentas externas. El Ministerio de Hacienda, por su parte, debería instaurar una regla fiscal que administre el gasto público en forma contra-cíclica.