El mercado laboral en Argentina enfrenta enormes desafíos que fueron profundizados por el impacto económico de la pandemia. Mientras que algunos de estos problemas son estructurales y transversales, como la alta incidencia de la informalidad, también existen grandes heterogeneidades según sector de actividad, tipo de inserción laboral y características demográficas de las personas. Las juventudes y las mujeres, por ejemplo, presentan tasas de actividad, desempleo e informalidad con peor desempeño que los promedios generales de la población.
A este panorama se suman los efectos de una crisis económica internacional sin precedentes que amplía y profundiza las desigualdades preexistentes, a la vez que genera un impacto inequitativo entre poblaciones y sectores. Algunas ramas de actividad, como el turismo o la construcción, se vieron más afectados por la estrategia epidemiológica de distanciamiento social debido a las características de su actividad. Lo mismo ocurre entre las y los trabajadores: el impacto económico de la pandemia fue mucho menor para quienes que pudieron continuar su labor de manera remota o contaban con una modalidad de empleo que les ofreciera mayor protección, en comparación con aquellos que tuvieron que interrumpir su actividad o trabajaban en la informalidad.
Los datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) permiten analizar la evolución del impacto de la pandemia en el mercado de trabajo. Los efectos más grandes se observan en el segundo trimestre del 2020, cuando la tasa de actividad y de empleo cayeron significativamente respecto a los trimestres anteriores, alcanzando mínimos de 38,4 y 33,4%, respectivamente, y la desocupación alcanzó a más del 13% de la población. En el tercer trimestre ya se observaron algunas mejoras en todos los indicadores, coincidiendo con una etapa de mayor apertura en la circulación. Por su parte, los datos del cuarto trimestre también apuntan hacia una recuperación pero aún no alcanzan los niveles previos a la pandemia.
Según el reciente informe del INDEC, en el último trimestre del año pasado la tasa de actividad fue del 45%, mientras que el empleo y la desocupación se encontraron en 40 y 11%, respectivamente. Estos porcentajes esconden brechas etarias y de género que representan problemas más estructurales: para las mujeres jóvenes la tasa de desocupación fue 3,4 veces más alta que para las mujeres adultas. Además, mientras que las tasas empleo más altas corresponden a varones de 30 a 64 años, entre las mujeres del mismo grupo etario este porcentaje es significativamente menor (83,6% vs 61,5%). Por otro lado, a pesar de las mejoras en estos indicadores en el cuarto trimestre aumentó la presión sobre el mercado de trabajo alcanzando un 37,3%. Esto se corresponde con un período de mayor movilidad y caída de ingresos reales, donde incluso quienes están empleados buscan aumentar las horas trabajadas para incrementar los ingresos del hogar. Sin embargo, estos valores tampoco llegan a superar aquellos previos al inicio de la pandemia.
Argentina deberá enfrentar el acuciante desafío de reconstruir una economía fuertemente impactada en el medio de un contexto sanitario e internacional incierto. Si bien el mercado de trabajo responde a los cambios en la variación del producto, este no es suficiente para resolver los grandes problemas estructurales y la amplia heterogeneidad que existe entre sectores y poblaciones. La estrategia de recuperación necesita tomar en consideración las particularidades de cada territorio y partir de consensos entre los distintos actores relevantes para diseñar políticas públicas específicas que apunten a mejorar el acceso y la calidad del empleo. Esto no sólo es útil como estrategia para superar la crisis, sino que además es necesario para reducir la incidencia de la pobreza y avanzar en un sendero de desarrollo socioeconómico sostenible de largo plazo.
