La incidencia de la pobreza en Argentina está en el centro del debate público y político. Es un fenómeno que, si bien se agravó en el marco de la crisis económica que atraviesa el país, tiene profundas causas estructurales. Esto implica que el crecimiento económico, por sí solo, no es suficiente para eliminar una de las principales vulneraciones de derechos de las personas.
En los últimos treinta años, la proporción de personas viviendo en hogares pobres nunca bajó del 25%. Dentro de esta población, hay un grupo que padece la pobreza de forma crónica: son quienes no pueden salir de ella incluso en períodos de bonanza económica. Un estudio reciente de CIPPEC y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), con apoyo técnico del Centro de Estudios Distributivos, Laborales y Sociales de la Universidad de La Plata (CEDLAS-UNLP), caracterizó a este subconjunto a partir de ciertas dimensiones clave. En la dimensión etaria, la pobreza crónica se concentra en los niños y adolescentes: casi la mitad de las personas en situación de pobreza crónica son niños y adolescentes de menos de 15 años. En términos educativos, existe una brecha de años de escolarización respecto de las personas menos vulnerables que llega a 9,5 años en promedio. En términos laborales, las tasas de participación masculina son similares entre ambos extremos de la distribución del ingreso, pero la brecha de género se acentúa entre los adultos más pobres, llegando a alrededor de 46 puntos porcentuales. Además, son estos los que enfrentan mayores desafíos en cuanto a la calidad: están más representados en la informalidad y la precariedad laboral, además de que su salario por hora es casi dos tercios menor que el de las personas menos vulnerables. Finalmente, las personas en situación de pobreza crónica evidencian un menor acceso al hábitat y la vivienda de calidad, como señala el hecho que apenas alrededor del 63,4% de ellas accede a baños con descarga de agua, frente al 99,8% de los no vulnerables.
Este diagnóstico resulta útil para pensar una estrategia integral de reducción de la pobreza que combine garantizar ingresos, mejorar la calidad de los trabajos, evitar la reproducción intergeneracional de la pobreza, mejorar las instituciones que gestionan las políticas y garantizar los fondos necesarios, tal como se señala en otro documento de CIPPEC y PNUD con apoyo técnico del CEDLAS. Sin embargo, también es importante tener en cuenta la dimensión territorial de la implementación de estas medidas. El éxito de las políticas depende en buena medida de cómo logran aterrizar en realidades concretas. Para ello, CIPPEC, PNUD y el Observatorio de la Deuda Social de la UCA (OSDA-UCA), con apoyo técnico del CEDLAS, crearon el primer “Mapa de la pobreza crónica en Argentina”, con el propósito de informar acerca de cuánto afecta a cada provincia, municipio y barrio y en qué dimensiones. Esto permite entender mejor qué intervenciones priorizar para facilitar a las personas la suficiencia de ingresos, la acumulación de capital humano y el acceso a un mercado laboral de calidad. Estas tres cosas son críticas para salir de la pobreza y superar, paulatinamente, el riesgo de volver a caer en casos de crisis macroeconómicas.
La visibilización territorial de la incidencia de la pobreza crónica, y de sus principales vectores, es un recurso crítico para la toma de decisiones de política pública que no solo sean sólidas en su diseño, sino también en los procesos de implementación que conducen a su éxito o fracaso.