Hasta febrero, en Argentina se registraba casi un millón de empleados asalariados que trabajaba desde sus casas bajo el régimen de teletrabajo, según datos de Anses. Este número no incluye a los trabajadores monotributistas y autónomos que, juntos, suman unos 3,6 millones de personas más, modalidades en la que el trabajo a distancia es aún mayor.
Pero entonces explotó una pandemia y en pocos días millones de empresas y personas de todo el mundo nos vimos obligadas a aislarnos y a repensar nuestros oficios y profesiones desde casa, muchos por primera vez. La tecnología, expresada en conectividad y comunicación, se hizo indispensable, y una catarata de videollamadas, aulas virtuales y capacitaciones sobre la marcha nos arrojaron adentro de una nueva realidad, porque llamarla normalidad sería subestimar estos tiempos. No, lo que estamos viviendo no es homeoffice . Es vivir una pandemia e intentar trabajar a distancia en el medio. Es cierto que este contexto nos obliga a aprender nuevas maneras de gestionar nuestras horas de trabajo, reconvertir nuestros servicios y hasta repensar cómo y para qué hacemos lo que hacemos.
Para Alejandro Melamed, especialista en recursos humanos y director de Humanize Consulting, la cuarentena está dejando muchos aprendizajes. “Hay empresas que están entendiendo qué tan real era la plasticidad y agilidad que creían tener y la enorme posibilidad que tenemos al trabajar de manera remota, pero que esta requiere pensar cómo hacerlo para que funcione”. Para el especialista, viene un rediseño de muchas propuestas y una aceleración de los procesos de aprendizajes. “Estamos viendo ejemplos de planes que hubieran llevado muchos meses ejecutarse en días. Esto también dejará en evidencia qué estructuras realmente sirven, cuáles aportan valor y cuál es la contribución real que cada uno hace”, dice. Docente de la UBA desde hace 25 años, por primera vez está dando su materia online y celebra la adaptación: “Decenas y decenas de alumnos, junto con la facultad, lo hicieron posible con su flexibilidad, creo que esta modalidad remota dará una gimnasia que se mantendrá en muchos lados pasado este momento”.
Impacto digital
La pandemia está causando heridas profundas en las economías de todo el mundo, con pérdida de empleos y cierre de negocios. Las habilidades más humanas serán variables críticas a la hora de pensar los empleos que prevalecerán, pero también el acceso al lenguaje digital. El conocimiento que este requiere puede perjudicar y aumentar la brecha de inclusión. Leticia Gasca es miembro de los Global Shapers, jóvenes reunidos por el Foro Económico Mundial (WEF) por su contribución a la sociedad. Leticia es fundadora de la organización Shaping the Future of Work y del laborarorio Skills Agility, donde estudia el impacto de la digitalización en la vida laboral. “Es un momento para moldear ese futuro que se impuso. El cambio va a ser proporcional a lo que dure la emergencia sanitaria; por eso, más que pronosticar escenarios, debemos prepararlos. Hay cosas que van a generar un gran cambio, como el teletrabajo”, advierte. Para Gasca, el teletrabajo llegó para quedarse y traerá y quitará oportunidades. “Las personas que estaban más excluidas del sistema, por ejemplo personas con discapacidades, tendrán la posibilidad de acceder a más puestos locales y globales, pero también se verán afectados los perfiles que no se adapten a los cambios digitales, quienes no tengan acceso a la tecnología, y adultos mayores, entre otros”. Otro impacto potencialmente negativo del trabajo a distancia, según Gasca, es lo que se está viendo en varios países del mundo en crecimiento de software de vigilancia sobre los empleados y las vulnerabilidades en software de comunicación. “Se acentuarán nuevos dilemas éticos de privacidad y derecho a la desconexión, entre otros”. Crecerá la relevancia del desarrollo de habilidades relativas a aprender a aprender, comunicarse de manera efectiva a través de los medios sociales, ser ordenado, lograr concentración y trabajar con autonomía.
Matías Woloski es el CTO y cofundador de Auth0, una empresa argentina que provee una plataforma de autenticación y autorización con presencia en 35 países. Más de la mitad de sus 660 empleados trabajan de manera remota desde el primer día y el caso de los desarrolladores de software el porcentaje escala al 80% de los empleados. “Para los que no trabajaban de esta manera es un curso intensivo. Si lo saben aprovechar, van a tener una herramienta más para ellos y para los empleados, porque no hay mejor forma de aprender que haciendo”, dice. Woloski cuenta que, aunque para ellos no fue tan brusco, ahora se suma que la familia está en la casa todo el tiempo, sin ayuda ni poder salir. “Algo que empezamos a hacer es que todas las semanas realizamos actividades recreativas remotas: happy hours, Pictionary, trivias, etcétera. Pero es cansador y hay que ser consciente de la necesidad de desconectarse de todos”, aclara. Para el empresario, el trabajo remoto va a seguir creciendo. “Por ejemplo, en educación, el home schooling va a ser más habitual. Todo lo que sea ventas y call centers también. Hay que bregar por una filosofía del trabajo remoto donde la autonomía, confianza y responsabilidad sean la base de todos los acuerdos”, dice. Por otro lado, una de las cosas que no están del todo resueltas aún es el agotamiento por conexiones a través de videoconferencias. “Mirar a la cara de otro de cerca tanto tiempo, la sobrecarga de lenguaje no verbal, el multitasking , ver tu propia cara muy seguido. Son cosas que no pasan en una reunión en espacio físico. Creo que hay mucho por innovar, con realidad aumentada y realidad virtual, hasta el uso de avatares tipo facemojis, por ejemplo”, aventura Woloski.
¿Hay algo en la historia de la humanidad y las pandemias que pueda darnos alguna pista de si nuestras relaciones laborales pueden cambiar después de esto? Algunos historiadores sostienen que el descenso de población del siglo XIV, que se produjo en parte por la epidemia de peste bubónica, llevó a que se valorice la mano de obra de los campesinos en algunos países como Inglaterra. “Los que sobrevivieron podían negociar mejor la venta de su fuerza de trabajo por la escasez de mano de obra, y eso debilitó las relaciones de servidumbre. Me parece un poco difícil de extrapolar, porque en ese momento desapareció un tercio de la población, o sea, el número de muertes no tiene mucho que ver con la actual. Lo que uno podría preguntar es si los cambios actuales en las formas de trabajo pueden liberalizar más esa fuerza de trabajo”, reflexiona la historiadora Camila Perochena . Esta experiencia global y simultánea será relevante en la llamada transformación digital del mundo, pero menos de lo que algunos futurólogos están diciendo. Esto afirma el economista Eduardo Levy Yeyati , decano de la Escuela de Gobierno de la Universidad Torcuato Di Tella: “Los cambios discontinuos venden revistas, pero no son tan comunes en la práctica. Lo primero que veo, cuando se levante la prohibición, es gente saliendo, volviendo a la oficina, a la compañía humana. En el mediano plazo, es probable que aumente la inversión y la innovación en conectividad y que algunas ocupaciones no manuales converjan en un régimen mixto. De hecho, pensando en voz alta, diría que los grandes ganadores serán los bares y las grandes perdedoras, las oficinas”, vaticina.
Para Yeyati, a partir de esta experiencia, el trabajo remoto ya no será visto con recelo por las empresas, como si se tratara de una modalidad menos intensa. “En muchos casos, es más eficiente. Elimina la distracción de los espacios comunes y acorta los tiempos muertos. En mi experiencia, todo, desde las clases hasta las reuniones, tiende a ser más breve cuando es remoto. Además, la remotización podría mejorar la integración con el trabajo en el hogar, que muchas familias de clase media delegan en las mujeres, alimentando la brecha de género”. Pero no hay que caer en la ilusión de la segmentación: la mayoría de las tareas involucran interacciones complejas entre varias personas para la que aún no tenemos ni el software ni el hardware. “Además, no todo es trabajo: ¿con quién vamos a conversar en el almuerzo o en el break si estamos todos solos en una habitación? Hará falta un mix. La remotización no tolera la semana laboral de 40 horas”, cierra el economista.
Otro fenómeno acelerado en esta era remota es la automatización, cuando entran los robots a la fuerza laboral. Esto sucede en ráfagas en momentos de crisis, como resultado de estos shocks económicos. “Los humanos se vuelvan más caros, está pasando mucho en Estados Unidos, las empresas despiden a los trabajadores menos calificados y los reemplazan con tecnología o con trabajadores más calificados, esto es cíclico en la historia, y por eso urge la necesidad de reentrenar las habilidades de las personas para estos nuevos escenarios”, señala Gasca. Por ejemplo, un estudio de la Universidad de British Columbia, que analiza tres grandes recesiones de los últimos 30 años, arroja que el 88% de los trabajos que se perdieron son los menos calificados y fácilmente automatizables.
Otro aspecto para analizar en este tiempo de trabajo a distancia y aislamiento social es la relevancia del trabajo de las economías de plataformas (GIG). “Es una fuerza laboral muy vulnerable, esta crisis puede que nos obligue a actualizar los marcos legales para esos trabajadores”, opina Gasca. Según la directora de Skills Agility, otra dinámica que cambiará son los viajes cortos de trabajo para reuniones o presentaciones. “Las tecnologías han avanzado, con videollamadas de 100 o más personas y mejores conexiones de internet. Y hay, además, una preocupación creciente por el impacto de los viajes aéreos en el medio ambiente que puede dar un cambio a los viajes cortos de negocios”, arriesga. En opinión de la ejecutiva, muchos emprendimientos desaparecerán y eso será muy doloroso. “Hay que pensar cómo hacer negocios más resilientes, estudiar los atributos de las organizaciones que sobreviven, que responden rápido, son capaces reinventarse y de innovar, invierten en tecnología y en el talento de su gente”, concluye.
Lentitud obligada
De un día para el otro, el ir y venir frenético cesó. Tener que tomar colectivos y trenes abarrotados o autopistas en hora pico desapareció abruptamente de nuestras rutinas. Aunque las obligaciones puertas adentro en muchos casos fueron más desafiantes que antes de la pandemia, desapareció un sentido de la urgencia lleno de bocinazos. A pesar de sentir la ansiedad y la sobrecarga por las tareas del hogar, muchos lograron, por primera vez en mucho tiempo, conquistar algunas actividades largamente añoradas: media hora de ejercicio diario, cocinar casero, llamar a un ser querido, dormir una hora más, arreglar las plantas o ese espacio de la casa, leer o meditar. “El cambio hacia el trabajo remoto no será de la noche a la mañana, pero la cuarentena puede ser un comienzo, una chispa nueva de otra manera de hacer las cosas. Quedará más expuesta la cultura tóxica de trabajo, horas y semanas de vida yendo y viniendo de la oficina, y, una vez allí, las horas que se pierden en reuniones improductivas y distracciones. Ojalá esto sea una inyección de realismo y aprendizajes”, responde a la la nacion revista, desde su casa en Londres, el escritor canadiense Carl Honoré , autor de Elogio de la lentitud (2004). Máximo referente global del llamado movimiento slow , Honoré afirma: “Antes de la pandemia estábamos llegando colectivamente a un punto de inflexión en el cual la cultura de la prisa nos estaba haciendo mal en todos los aspectos de nuestra vida. Hoy nos han impuesto un taller de lentitud y no tenemos más remedio que vivirlo. Ojalá estemos ante un cambio tectónico de nuestras prioridades”.
Honoré cree que es una buena oportunidad para reconocer una autonomía personal, de empezar a gestionar nuestros tiempos y poder reconocer una sensación de control de los propios ritmos. “Cuando las personas practican esto trabajan mejor, tienen menos errores, son más productivos, aun con la misma carga de trabajo o más. Elegir cuándo corto un rato para comer con mi hijo, para estirarme un poco haciendo yoga o para reposar unos minutos para luego volver a trabajar. No se trabaja menos, pero hay una presencia mayor en cada cosa que se hace”, dice, y agrega: “Las empresas verán cómo esto también puede redundar en beneficios de costos y de bienestar de sus empleados, creo que se acelerará la adopción de lo remoto, sobre todo en las empresas de origen más ágil, y las más tradicionales también sentirán la presión de quienes experimenten que pueden ser productivos a distancia. Habrá muchas personas que volverán a las oficinas y podrán decir: ‘En estos meses aprendí que puedo gestionar mi tiempo y cumplir con mis tareas'”.
Nicolas José Isola , filósofo, doctor en ciencias sociales y coach, advierte que hay gente trabajando menos horas, pero haciendo lo mismo que hacía con mayor intensidad. “En vez de un tiempo cronos, el que pasa por el reloj, estamos en un tiempo kairos, de oportunidad y disfrute en algunos casos; es un tiempo que ayuda a dimensionar la temporalidad de la propia vida”, sugiere. Según Isola, estamos acostumbrados a la sobreacción y sin tanta corrida nuestra mente productivista puede ver que hay algo nuevo, pero hay que saber leerlo. “El trabajo remoto puede transformar nuestra forma de pensar el trabajo, sobre todo cuando los chicos retomen la escuela, apuntar a una mejor calidad de vida, menos tiempo en el subte, más tiempo como queremos. Va a haber que repensar, quizás esto nos haga más flexibles. No era posible que nos confináramos todos y lo hicimos. Quizá podemos hacer más cosas de las que nos creíamos capaces”.
Nuevo mundo
¿Saldremos distintos de esta experiencia? ¿Será realmente un nuevo mundo el que se reinicie post pandemia? Ximena Alarcón Díaz , antropóloga y socióloga, identifica nuevos patrones a seguir en tiempos de aislamiento. “Hay un nuevo rol de apreciación de la tecnología, hasta hace poco había un foco más en la mirada negativa, del detox digital, y ahora no podemos vincularnos con el mundo sin esta virtualización, aunque hay un substrato muy humano que necesitamos seguir teniendo. Creo que hay una mayor conciencia y apreciación también de eso”, opina. Otra nueva tensión que ve es entre quienes pueden tener trabajos digitalizados y los que no, es una especie de nueva elite, un grupo minoritario que trae categorías nuevas, dice la experta, que es cofundadora de Youniversal, consultora de comportamiento y consumo.
Alarcón Díaz habla de un colapso de lo público y lo privado. “Las cosas públicas las estamos haciendo en privado y lo que hacíamos puertas adentro ahora se muestra y divulga en redes sociales. Hay cambios reactivos ante la necesidad de acatamiento: qué tan asentados o no sean los aprendizajes dependerá de la duración de esta pandemia y de las personalidades y perfiles previos de cada uno de los individuos”, analiza. Como en todas las grandes crisis, se cataliza o acelera sobre fenómenos previos, cuánta usamos la tecnología, si cooperamos o no, cómo nos comunicamos. “No es casualidad que la OMS haya elegido la red TikToK para comunicarse con los más jóvenes, por ejemplo. También creo que habrá un replanteo para todo lo referido a la regulación de la GIG Economy y para los trabajadores independientes. Habrá que comprender las nuevas coordenadas culturales y sociales, va a quedar una alta digitalización de compras y habrá que trabajar en la experiencia y emocionalidad que justifique que un usuario se traslade hasta una tienda física”, explica.
Octavio Bramajo , sociólogo y demógrafo, especialista en envejecimiento y seguridad social, opina que, como el envejecimiento de la población es irreversible, la fecundidad está bajando y el número de adultos mayores está subiendo, entonces una mayor automatización de los trabajos es esperable en este contexto. “Que dos personas apretando dos botones puedan hacer funcionar 20 tractores es algo que se ve cada vez más. Pero no creo que por ahora el trabajo remoto vaya a reemplazar al trabajo presencial, a no ser que haya una demostración muy contundente para convencer de que el tiempo que se gana se materialice en un trabajo más eficiente”, opina.
Dentro de las empresas, hay roles que tomaron un gran protagonismo en estos momentos, como los de recursos humanos, transformación digital y comunicación, entre otros. Alejandra Brandolini , secretaria del Consejo Profesional de Relaciones Públicas de la Argentina y presidente de AB Comunicaciones, se especializa en acompañar a las empresas a gestionar su comunicación interna, que hoy debe ser más precisa, rápida y contenedora que nunca. “Es muy relevante identificar y acompañar a las redes de facilitadores de cambio, colaboradores que son agentes de cambio y transformación. Cada uno es gestor y protagonista, y debe aportar confianza a los vínculos. El o la CEO tienen que comunicar y ser confiables, brindar contención emocional para enfrentar los cuidados necesarios, la productividad y creatividad para pasar este momento.
“Acá están en uso todas las competencias, flexibilidad de adaptación al contexto, diversidad e inclusión, ética y transparencia. La coherencia es el imperativo en un contexto hipersensible en el que desde las empresas tenemos que escuchar más que hablar. Trabajar en canales de feedback realmente activos y decir siempre la verdad”, expresa Brandolini. En un escenario post pandemia, según datos de el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), el teletrabajo en Argentina podría alcanzar a más de 3 millones de trabajadores. El porcentaje de trabajos que tienen el potencial para realizarse desde el hogar se encuentra entre un 27 y un 29% de los trabajos totales, y se reduce a 18% si se considera la cantidad de hogares con uso efectivo de computadoras.
Estos porcentajes difieren del que resulta de estimar cuántos trabajadores efectivamente trabajaban desde el hogar antes de la cuarentena: menos del 8%, de acuerdo a datos de 2017. El 40% de los trabajadores (4,8 millones) no puede realizar teletrabajo por las particularidades de la actividad económica que realizan. Para ellos, el costo del aislamiento es prohibitivo, no solo por la imposibilidad de percibir sus ingresos laborales, sino también porque se concentran en las franjas vulnerables de la población. Evaluando las oportunidades y los límites del teletrabajo en Argentina en tiempos del COVID-19, de un total aproximado de 11,7 millones de trabajadores cubiertos por la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) de Cippec, entre 3,1 y 3,3 millones se dedican a actividades que podrían ser realizadas desde el hogar. Como complemento, entre 8,3 y 8,5 millones de trabajadores no puede trasladar sus tareas diarias al mundo digital.
La relativa facilidad para trasladar un trabajo del mundo físico al mundo digital es clave para determinar los costos económicos del aislamiento: si la mayoría de los trabajos puede realizarse con facilidad de forma remota, entonces el impacto en el mercado de trabajo será relativamente leve; si son pocos, entonces la disrupción en el mercado laboral será de mayor magnitud. “En el primer caso, la política sanitaria seguirá dominando la escena; en el segundo, las tensiones entre las políticas de mitigación del COVID-19 y la política económica serán evidentes”, destaca Ramiro Albrieu , investigador principal del Programa de Desarrollo Económico de Cippec y autor del documento. Por ejemplo, en profesiones es superior al 50%, mientras que en las ocupaciones no calificadas no llega al 10%. La distribución por grupos de ingreso también es asimétrica: el 10% más rico concentra el 20% de los trabajos que pueden realizarse desde el hogar. Como contrapartida, el 10% más pobre aporta menos del 3% de los trabajos que pueden realizarse desde el hogar. Del estudio se desprenden tres lineamientos para pensar las políticas públicas: desarrollar una estrategia de transformación digital que permita llegar a los segmentos empresariales más alejados a la innovación tecnológica, la digitalización en los hogares y la administración de los permisos para pensar estrategias segmentadas que administren entre los costos económicos y los riesgos de trasmisión del COVID-19.
Para todos, hoy el foco y la energía está en atravesar lo mejor posible, en todos los sentidos, este tiempo inesperado y desafiante como pocos. Mientras, aunque no lo notemos, estamos siendo protagonistas del más grande experimento de trabajo a distancia de la historia. ¿Y si funciona?