Publicado en julio de 2022
La discusión pública pocas veces habla sobre la demografía: se tiende a dar por sentado que los nacimientos, la mortalidad y la cantidad de población en el país son relativamente estables. Sin embargo, en años recientes la cantidad de hijos/as por mujer descendió abruptamente, lo que da cuenta de logros significativos respecto al acceso y la ampliación de derechos sexuales y reproductivos, al mismo tiempo que abre ventanas de oportunidad para mejorar las condiciones de vida en el país.
La tasa global de fecundidad bajó un 34% entre 2014 y 2020, el descenso más pronunciado desde que existen registros anuales de esta variable en Argentina. La tendencia en baja fue aún más acelerada (-55%) en las adolescentes, dato no menor puesto que los embarazos en edades tempranas son, en su mayoría, no intencionales.
Las proyecciones de población realizadas por INDEC en base al Censo de 2010 que habitualmente utilizan quienes diseñan políticas públicas en Argentina estiman que, en 2022, habría alrededor de 3,7 millones de niños y niñas menores de 5 años. Los datos del Censo Nacional de Población que se realizó hace poco menos de dos meses aún no están disponibles, pero las tasas de fecundidad en años recientes indican que el número final sería menor a los tres millones, es decir al menos unos 700 mil niños y niñas menos de lo proyectado. Esto tiene impactos en la planificación de políticas educativas, de cuidados, salud, e incluso sobre el sistema previsional en el largo plazo.
¿De dónde venimos?
La fecundidad en Argentina tiene una trayectoria histórica particular. El proceso de descenso de la fecundidad se inició hace más de 100 años. Sin embargo, esta tendencia se estancó desde mediados del siglo pasado y recién se reinició –aunque a un ritmo más suave que en otros países comparables– a mediados de la década de los noventa. En 1950, entre 38 países de América Latina, Argentina era el segundo país con la tasa global de fecundidad más baja (detrás de Uruguay), mientras que en 2015 pasó a estar detrás de 22 países de la región.
Desde 1950 hasta 1990, la tasa global de fecundidad se mantuvo estable en un promedio de algo más de tres hijos/as por mujer. A partir de entonces un nuevo descenso llevó la tasa global de fecundidad de principios de este siglo a niveles cercanos a 2,3 hijos/as por mujer, por encima del promedio de la región latinoamericana. La diferencia en relación a otros países se advierte aún con más claridad si se considera únicamente la fecundidad de las adolescentes. Entre 1950 y 2015 la tasa de fecundidad adolescente disminuyó un 51% a nivel mundial y un 40% en América Latina, mientras que en Argentina aumentó un 2% (Gráfico 1).
¿Qué sucedió en los últimos años?
La dinámica en la evolución de las tasas de fecundidad cambió abruptamente en los últimos años, más particularmente a partir de 2014. La tasa global de fecundidad en Argentina bajó un 34% entre 2014 y 2020 (Gráfico 2). Como mencionamos anteriormente, se trata del descenso más pronunciado desde que existen registros anuales de esta variable y llevó sus valores a los niveles más bajos de la historia. Además, la tendencia declinante parecería haberse acelerado desde 2018, lo que permitió por primera vez alcanzar una fecundidad por debajo del nivel de reemplazo (dos hijos/as por mujer). El descenso fue más rápido entre las mujeres menores de 20 años, ya que la fecundidad adolescente disminuyó un 55% entre 2014 y 2020 (Gráfico 2).
Entonces, ¿qué lectura debemos hacer en este escenario? El descenso de la fecundidad general y, más particularmente, la tasa de fecundidad adolescente es doblemente positivo: por un lado, da cuenta de los logros alcanzados en torno al acceso a derechos sexuales y reproductivos sobre todo teniendo en cuenta que la mayoría de los embarazos en edades tempranas son no intencionales y, en ocasiones, producto de violencia sexual. Por otro lado, potencia las posibilidades de mejorar las trayectorias educativas y laborales de las jóvenes, oportunidad clave para romper círculos viciosos de pobreza y avanzar hacia sociedades con mayor equidad.
Reducir el embarazo no intencional tiene un impacto significativo en el acceso a derechos y en particular en la autonomía económica de las mujeres. Más concretamente, entre 2016 y 2020, se evitaron alrededor de 150 mil embarazos no intencionales en mujeres adolescentes y, por lo tanto, que estas mujeres tengan que enfrentar barreras significativas para continuar con sus trayectorias educativa y laboral en buenas condiciones.
¿Hacia dónde vamos?
La ventana de oportunidad abierta por el escenario demográfico actual es muy valiosa, pero es sólo eso: una oportunidad. Aprovecharla significa, por un lado, profundizar el acceso a los derechos sexuales y reproductivos, para consolidar políticas públicas claves para esa agenda. En este sentido, es fundamental asegurar que no haya necesidades de anticoncepción sin cobertura y que cada mujer pueda elegir cuándo, cuántos y con quien tener hijos/as. Y, por otro lado, es esencial que las jóvenes que ahora, en consecuencia, pueden seguir estudiando y trabajando en mejores condiciones lo hagan dentro de un sistema educativo y mercado de trabajo que respondan en forma efectiva.
Los problemas de la educación en Argentina han sido objeto de muchas discusiones y las dificultades en la consolidación de una estrategia de mayor y mejor terminalidad secundaria y de una interacción con el mundo del trabajo son ampliamente conocidas. Aprovechar las oportunidades que este cambio demográfico genera implica que debe existir una demanda laboral con empleos productivos y de calidad. Si no logramos avanzar en forma sostenida en estos temas, será una nueva oportunidad perdida para miles de jóvenes y, en definitiva, para la sociedad en su conjunto.
Esta nota se enmarca en un proyecto conjunto liderado por CIPPEC y UNFPA con el fin de analizar las recientes tendencias demográficas en Argentina e identificar oportunidades para reducir la pobreza y promover la igualdad de género en la transición demográfica. El contenido de este textual es responsabilidad de sus autores.