Publicado en octubre de 2023
Se lanzan satélites al espacio, se diseñan vacunas en tiempo récord y se producen alimentos para desarrollar a nuestras sociedades. Las inversiones en “capital humano” se llevan a cabo para impulsar la producción de capacidades y otras cuestiones consideradas valiosas para promover el desarrollo. Sin embargo, el vínculo entre el desarrollo económico y el bienestar de las personas parece estar quebrado. En 2022, el Índice de Desarrollo Humano descendió por segundo año consecutivo, mientras algunos países aún siguen luchando contra los efectos económicos de la pandemia. El cuidado, a menudo subvalorado y poco priorizado, puede desempeñar un rol fundamental para revertir esta trayectoria.
El trabajo de cuidado abarca los servicios y actividades que las personas y las sociedades llevan a cabo para nutrir, preservar y restaurar las capacidades humanas. Las personas no nacen con el conocimiento innato para fabricar satélites, vacunas o alimentos, ni tampoco sabiendo cómo transformar todos estos recursos en bienestar. Las capacidades para desarrollar vidas y sociedades plenas también se producen y acumulan. La crianza, las conexiones sociales, el apoyo emocional y la asistencia familiar, entre otras cuestiones básicas del cuidado, proporcionan el entorno propicio para dar lugar a una sociedad productiva. En otras palabras, el cuidado es el sostén de nuestras sociedades y a la vez, permite que todas las demás actividades y procesos productivos ocurran.
En algún momento de la vida, todos los individuos necesitan cuidados, especialmente durante la infancia, a edades más avanzadas, cuando padecen enfermedades o viven con discapacidades. La mayor parte del trabajo de cuidado se realiza en los hogares y suele estar a cargo de las mujeres. Esta distribución desigual repercute sobre la autonomía económica de las mujeres, su desarrollo personal y su bienestar, y determina gran parte de las brechas de género que existen hoy en la sociedad.
Reconocer el valor del trabajo de cuidado exige repensar el sistema político y económico, colocando al cuidado de las personas en el centro. Una responsabilidad compartida entre gobiernos, sector privado, familias y comunidades es esencial para afrontar este reto, satisfaciendo las necesidades de cuidados de forma sostenible y equitativa para el bienestar tanto de la humanidad como del planeta.
Incluso siguiendo indicadores económicos estándar, los beneficios de construir una sociedad del cuidado son evidentes. La implementación de servicios de cuidado infantil universales en todo el mundo, como propone la Organización Internacional del Trabajo (OIT), podría potencialmente crear cerca de 300 millones de puestos de trabajo de aquí a 2035. A su vez, las políticas de cuidados fortalecerían los ingresos fiscales, el crecimiento económico y la productividad, al mismo tiempo que promoverían la igualdad de género. Un sistema de cuidado seguro y accesible podría capacitar a los/as proveedores/as de cuidado, especialmente a las mujeres, para aumentar su participación en el mercado laboral, asegurando mejores condiciones de vida para ellas y sus familias. La inversión en el cuidado de los/as niños/as es especialmente significativa debido a su impacto relevante en el desarrollo y los derechos de los/as niños/as.
El Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo invita a reflexionar sobre la situación actual y a presentar recomendaciones de políticas basadas en evidencia para valorar el cuidado y a los/as cuidadores/as y mejorar los sistemas de cuidado accesibles y de calidad.
Durante el último año, un grupo de más de 20 organizaciones de todo el mundo -incluidos think tanks, instituciones internacionales, ONG y el sector privado- han unido sus fuerzas para hacer de los cuidados una prioridad mundial. Mediante el trabajo conjunto, la producción de conocimientos relevantes para las políticas y la coordinación de los esfuerzos de divulgación, hemos trabajado para poner de relieve la relevancia de los cuidados y proponer políticas concretas. Nuestros esfuerzos se han centrado principalmente en el foro del G20, abogando por una agenda “Care 20”. A continuación, presentamos una serie de recomendaciones clave que hemos desarrollado en este empeño.
Transformar el paradigma de los cuidados
Visibilizar el valor de los cuidados y reconocer su papel vital en la sociedad es un primer paso para avanzar en el bienestar de las personas, las comunidades y el planeta. Esto implica reconocer que los hogares gestionan la mayor parte de los recursos que las sociedades destinan a producir capacidades, incluidos los bienes y servicios de cuidados, la educación y la salud que se brindan en la economía monetizada. Para revolucionar el paradigma de los cuidados, proponemos:
1/ Mejorar los datos y la evidencia existente: es imperativo reforzar la recopilación de datos, el monitoreo y la evaluación para comprender mejor las implicaciones de los cuidados en el bienestar y orientar las estrategias de política. La recopilación de datos -periódica, interseccional y tanto a nivel individual como de los hogares- es crucial para valorar el cuidado, analizar las dinámicas del cuidado y generar evidencia sobre estrategias eficaces para fomentar una sociedad del cuidado. De este modo, se facilita la identificación de lecciones aprendidas y buenas prácticas.
Estimar los costos de la producción de cuidados desde la perspectiva de los hogares y las mujeres a través de una Canasta Básica de Cuidados (CBC) es una poderosa herramienta para construir evidencia y políticas basadas en información, declarada de interés ministerial en 2023 por el Ministerio Nacional de las Mujeres, Géneros y Diversidades de Argentina. Este indicador permite dimensionar el valor monetario de los recursos que las familias invierten en la producción de cuidados -a través de bienes, servicios y trabajo de cuidado-, el perfil de su inversión y su impacto en la producción de capacidades.
Los resultados preliminares del cálculo de la CBC para Argentina (2018-2021) sugieren que el 65% de los hogares con niños/s y adolescentes lograron acompañar su desarrollo de capacidades en términos de salud, educación, sociabilidad y bienestar emocional. En promedio, estas familias invirtieron recursos para cuidar por un valor equivalente a 3,7 líneas de pobreza, con más de un tercio de estos recursos proviniendo del trabajo no remunerado, principalmente aportado por las mujeres del hogar. A su vez, el 18% de los recursos que movilizaron estos hogares lo aportó el Estado a través de educación, salud y transferencias monetarias directas. La CBC, por lo tanto, brinda una caracterización fundamental para comprender cuál es el perfil de inversión de las familias en cuidados, promoviendo la toma de decisiones informada para la creación de sistemas de cuidado.
2/ Transformar las normas y los roles sociales: promover cambios en las normas sociales puede repercutir en los cuidados y en los roles de género, combatiendo los estereotipos de género y fomentando la responsabilidad compartida de los cuidados entre sectores y entre todas las personas adultas, incluidos los hombres. La implementación de políticas públicas y campañas de sensibilización pueden contribuir a este objetivo. Estas acciones requieren ir acompañadas de la producción de evidencia para identificar cuáles son las herramientas más efectivas para catalizar una transformación de las normas vigentes.
3/ Entender al cuidado en su contexto: los cuidados se intersecan con un sinfín de otras problemáticas, tales como la transición demográfica, la migración, el cambio climático, los derechos de los trabajadores y la violencia de género. Sus implicancias también pueden tener relación con crisis relacionadas con la deuda, el clima y las emergencias humanitarias, que amenazan la economía, la cohesión social y los modelos de desarrollo imperantes. Si bien estas crisis suelen pensarse y abordarse de manera aislada, su interconexión es crucial. En esa línea, los cuidados desempeñan un papel fundamental a la hora de abordar el envejecimiento de la población, los flujos migratorios y la degradación del medio ambiente. Para atender desafíos presentes y futuros, se vuelve imprescindible identificar y evaluar cómo varía las necesidades y la provisión de cuidado en respuesta a los procesos sociales, medioambientales y económicos. Tener en cuenta la dimensión relacionada al cuidado de estos fenómenos también puede ayudar a elaborar mejores soluciones.
Promover la inversión en un sistema del cuidado integral, sostenible e inclusivo
Los Sistemas Integrales de Cuidado son esenciales para garantizar el acceso a servicios de cuidado de calidad y accesible para las familias. El financiamiento público debe estar en el centro de los esfuerzos para lograr un acceso equitativo a servicios de cuidado de calidad, mientras que los gobiernos deben formar alianzas con organizaciones multilaterales, filántropos, el sector privado y la sociedad civil para aprovechar los recursos, mejorar la coordinación intersectorial y promover la transparencia.
La necesidad de un acceso al cuidado de calidad es evidente: la participación de los centros de crianza, enseñanza y cuidado (CEC) sigue siendo escasa en todo el mundo. UNICEF estima que sólo 4 de cada 10 niños/as de 3 y 4 años asisten a estos espacios en el mundo, con variaciones por región que van del 66% en América Latina, menos del 50% en Asia y el 25% en África. Los datos son más escasos para conocer la situación de otras poblaciones dependientes de cuidados y/o apoyo, tales como los adultos mayores o las personas con discapacidad, pero en general se observa que estos grupos son más vulnerables a los abusos y la discriminación en ausencia de cualquier mecanismo institucional para su cuidado.
A su vez, las licencias -imprescindibles para garantizar una prestación de cuidado de calidad, su redistribución y promover la corresponsabilidad del cuidado- son también insuficientes en todo el mundo. Hay 64 países que otorgan menos de las 14 semanas mínimas establecidas por la Convención 183 de Protección de la Maternidad de OIT. A su vez, sólo 4 de cada 10 padres tienen acceso a algún tipo de licencia por paternidad, que varía entre dos días y varios meses. Si bien algunos países ofrecen esquemas de transferencias condicionadas y no condicionadas que complementen los recursos para cuidar, aún queda mucho trabajo por hacer.
Los sistemas de cuidado deben abordar, como mínimo, un esquema que ofrezca:
1) Infraestructura de cuidado y servicios que aborden el cuidado infantil, los servicios de apoyo y atención a largo plazo para las personas con discapacidad y el cuidado de personas mayores, teniendo en cuenta las necesidades específicas de las poblaciones más desfavorecidas incluidas las poblaciones LGBTI, y respetando sus derechos a la autonomía y la elección. Esto también incluye servicios básicos (sistemas de agua, energía y saneamiento) que tengan en cuenta las cuestiones de género y reduzcan el tiempo dedicado al trabajo doméstico.
2) Permisos parentales, tanto de maternidad como de paternidad, para fomentar la responsabilidad compartida entre los géneros, así como otras medidas para promover la conciliación entre el trabajo y la vida familiar. Además, dadas las altas tasas de informalidad laboral que prevalecen en el Sur Global, se vuelve importante crear canales para alcanzar a los trabajadores de la economía informal, a través de la articulación con un esquema de transferencia para satisfacer las necesidades de cuidado.
3) Transferencias que brinden recursos monetarios a las familias para satisfacer sus necesidades directas de bienes y servicios como un componente clave de un programa de protección social. Muchos países han avanzado en la prestación de transferencias de apoyo a los ingresos -tanto condicionadas como no condicionadas- con resultados positivos sobre el desarrollo de los/as niños/as y el bienestar de las familias.
4) Una arquitectura institucional y un marco regulatorio que garanticen la coordinación y la adecuación entre los diferentes actores responsables de diseñar e implementar un Sistema Integral de Cuidado y mecanismos que garanticen la calidad de los servicios de cuidado. Esto implica evitar intervenciones aisladas que puedan superponerse o dejen puntos vacíos críticos, en favor de un esfuerzo articulado del gobierno y la sociedad para maximizar el impacto. El Sistema Distrital del Cuidado en Bogotá y el Sistema Nacional de Cuidado en Uruguay constituyen buenos ejemplos al nivel local y nacional, respectivamente.
5) Trabajo de calidad para los trabajadores del cuidado remunerados y domésticos, incluidos los migrantes, a través de la adopción de legislaciones laborales que garanticen sus derechos de acuerdo con el Convenio de la OIT sobre las Trabajadoras Domésticas (C189). Esto incluye contemplar salarios suficientes y protegidos, formalización de vínculos laborales, negociaciones colectivas y oportunidades de formación y profesionalización. La colaboración con los sindicatos y las organizaciones de la sociedad civil para promover el diálogo social es fundamental para hacer partícipe la voz de las y los trabajadores en la toma de decisiones. A su vez, los avances tecnológicos y las transformaciones digitales en los mercados laborales deben ser tenidos en cuenta para regular las plataformas digitales que ofrecen empleos y servicios vinculados a los cuidados.
6) Transformar los compromisos en acciones específicas garantizando recursos para la implementación del sistema de cuidado y para escalar las innovaciones públicas y privadas vinculadas a la economía del cuidado. Esto implica establecer un financiamiento sostenible a largo plazo mediante expansión fiscal y la creación de asociaciones entre los sectores público y privado.
Fortalecer la cooperación internacional en torno al cuidado
El ámbito internacional brinda un terreno fértil para fortalecer redes de trabajo, compartir conocimiento, difundir experiencias exitosas, desarrollar capacidades y potenciar las acciones de incidencia para implementar un sistema de cuidado integral e inclusivo.
Nuestro trabajo en el G20 nos reunió con más de 20 organizaciones de todo el mundo que operan a escala local, regional y mundial para hacer del cuidado una prioridad de la política, basada en los múltiples compromisos llevados a cabo por los líderes del G20 durante la última década. En 2014, se enfatizó en la importancia del cuidado y los líderes de los países que conforman el G20 se comprometieron a reducir la brecha de género en la participación laboral en un 25% para 2025. Este compromiso se reforzó con un Plan de Acción en 2021, que buscó establecer una hoja de ruta para alcanzar esta meta. Además, la Iniciativa del G20 para el Desarrollo de la Primera Infancia, lanzada en 2018, también subrayó la necesidad de aumentar las inversiones en servicios de cuidado infantil de calidad para las generaciones más jóvenes, promoviendo al mismo tiempo la responsabilidad compartida. El tiempo urge para convertir estos compromisos en acciones concretas. Ahora que la presidencia del G20 será asumida por Brasil, un nuevo liderazgo del Sur Global abre la oportunidad de poner en primer plano las necesidades de cuidado de los países en desarrollo.
Así, esta serie de propuestas busca fomentar un nuevo contrato social que establezca el cuidado como una prioridad global, garantice los derechos de quienes reciben cuidados y lo proveen, promueva la igualdad de género y reconozca la responsabilidad compartida en el cuidado. Al respecto, proponemos:
1) Crear oportunidades en los espacios multilaterales, tanto del G20 como de otros foros regionales y globales, para facilitar el aprendizaje entre pares, el intercambio de conocimientos y el desarrollo de capacidades en torno a la economía del cuidado. Estas plataformas también pueden respaldar procesos para diseñar esquemas de recopilación y armonización de datos y dar a conocer evidencia sobre la efectividad de políticas de cuidado que puedan ser adaptables o escalables a otros contextos.
2) Potenciar las acciones de incidencia para difundir los beneficios de avanzar con el fortalecimiento de sistemas de cuidado y la evidencia sobre la implementación de políticas. Para este fin, es preciso identificar desafíos comunes y metas compartidas entre diferentes actores que trabajen sobre el cuidado y apoyo para la primera infancia, las personas mayores, y las personas con discapacidad, como también organizaciones de trabajadores y migrantes que se desempeñen en el sector del cuidado. El rol de los receptores y los trabajadores del cuidado es clave en este aspecto para colocar sus experiencias en el centro de la formulación de políticas relacionadas con la justicia en el cuidado.
3) Diseñar mecanismos de rendición de cuentas basados en datos abiertos e informes periódicos para facilitar el seguimiento de los compromisos asumidos por gobiernos y organismos internacionales en los espacios multilaterales. Esto garantiza la transparencia y ayuda en la conquista de las metas y objetivos establecidos en materia de cuidado.
El círculo virtuoso del cuidado
Los cuidados siguen siendo el pilar invisible de nuestro sistema socioeconómico, brindando un apoyo crucial a individuos y familias para llevar adelante una vida plena y alcanzar el máximo de su potencial. Los gobiernos tienen el deber de defender esta agenda, un compromiso que supone un beneficio para la sociedad, el medio ambiente y la economía.
Con motivo del Día Internacional de los Cuidados y el Apoyo, ha llegado el momento de allanar el camino hacia un nuevo mundo: uno en el que el cuidado ocupe el lugar que le corresponde como piedra angular del bienestar y el desarrollo del potencial humano.
…
Con el apoyo de IDRC, este artículo ha sido elaborado en colaboración con una red mundial de más de 20 organizaciones dedicadas a reconfigurar las políticas de cuidado y a impulsar una agenda “Care 20” dentro del G20 y más allá. Entre los socios de este esfuerzo se encuentran CIPPEC, Southern Voice, IWWAGE, FORCES India, the Center for Global Development, the Asia Foundation, UN Women, The Global Alliance for Care, Early Opportunities Initiative, the Early Childhood Development Action Network (ECDAN) y Asian Venture Philanthropy Network (AVPN).