Desde hace más de una década se evita discutir la oferta electoral, que es caótica y opaca, porque todo vale al formar alianzas

A través del decreto 259, el Poder Ejecutivo cambió las reglas para armar las boletas electorales y eliminó las listas colectoras. Desde ahora, cada agrupación debe aparecer en una sola boleta y sólo pueden compartir boleta las agrupaciones con la misma denominación, salvo cuando no presenten candidatos para todos los cargos y siempre que medie un acuerdo expreso. Además, las agrupaciones que no compartan boleta en las PASO ya no podrán hacerlo en la elección general. El oficialismo dice que el cambio ordena la oferta electoral y produce opciones más claras para los votantes. Es cierto.

La oposición cuestiona el cómo. La Constitución establece que las reformas electorales se hacen por ley especial para asegurar acuerdos amplios. Además, el decreto sale a último momento, cuando el armado electoral ya está en marcha. Para peor, el cambio parece tener nombre y apellido porque desbarata el armado del peronismo en la provincia de Buenos Aires. El reclamo tiene fundamento. La discrecionalidad, la imprevisibilidad y el particularismo afectan la transparencia y la equidad de la competencia política y lesionan la confianza pública en el proceso electoral. El caso podría terminar en la Justicia.

Esta controversia emerge a esta altura del proceso electoral porque desde hace más de una década se evita discutir sobre el elefante en la habitación: la oferta electoral es caótica y opaca porque todo vale a la hora de formar alianzas.

Las reglas actuales sobre partidos y alianzas fueron pensadas cuando el PJ y la UCR dominaban la arena electoral. Esos sellos servían para contener la competencia interna y coordinar una estrategia electoral nacional porque, por fuera de ellos, no había candidaturas viables. Habiendo partidos, no se necesitaban muchas reglas.

Ahora, los partidos ya no son lo que eran pero las reglas permanecen igual. Formar un partido es muy fácil: por eso, tenemos 637. Participar en las elecciones nacionales también: somos es el único país de la región donde un partido que existe en una sola provincia puede participar en elecciones nacionales. Los partidos pueden formar alianzas distintas para cada cargo y en cada provincia, de modo que partidos que son socios para la categoría presidente pueden luego competir entre sí para los cargos legislativos. Incluso, hasta ahora, agrupaciones diferentes podían compartir la misma boleta para “colectar apoyos”. En las provincias, las opciones se multiplican artificialmente por los lemas (Formosa, Misiones, Santa Cruz), las colectoras (La Rioja, Salta, Entre Ríos), los acoples (Tucumán) y las listas espejo (en Neuquén o Corrientes).

Estas tácticas, que han servido para ganar elecciones, vulneran derechos políticos, profundizan el deterioro de los partidos y comprometen la gobernabilidad. Para los votantes, las opciones son indescifrables al punto de que puede ser difícil diferenciar oficialismo de oposición. Las fuerzas políticas se debilitan porque es más fácil competir por fuera del partido en una colectora que someterse a una interna o negociar los lugares en una lista. Después de las elecciones, el Gobierno queda con un contingente legislativo dudosamente propio y la oposición demasiado fragmentada como para funcionar como interlocutor o contrapeso. También se complica la coordinación entre niveles de Gobierno porque las fuerzas políticas que actúan en la Nación, las provincias y los municipios nunca coinciden.

Las PASO, adoptadas en 2009, buscaban contener este caos obligando a definir las alianzas con mucha antelación e impidiendo nuevos acuerdos para la elección general. También eliminaron las candidaturas múltiples y las listas espejo. Sin embargo, en 2011 (también 60 días antes de la oficialización de alianzas) el Decreto 443/2011 habilitó las colectoras al permitir que agrupaciones que habían competido entre sí en las PASO compartieran boleta en la elección general. En 2016, la reforma electoral propuesta por el Gobierno usaba el diseño de las pantallas de voto electrónico para ordenar la oferta. El proyecto fracasó y ahora el decreto 259 modifica el de 2011 repitiendo el mismo esquema, esta vez en las boletas de papel. Mientras no haya reglas claras para crear partidos y alianzas, nada impide que en la próxima elección presidencial otra decisión ad hoc del Ejecutivo vuelva a cambiar las reglas.

Autor


María Page

Investigadora asociada de Estado y Gobierno

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