Publicado en mayo de 2022
“Si no está roto no lo arregles” se suele decir. Pero ¿cuántos dolores de cabeza podríamos habernos evitado si hubiéramos actuado a tiempo, antes de que las cosas se rompieran? Esta pregunta aplica para muchos ámbitos; también aplica para la discusión que estamos teniendo acerca de nuestro sistema electoral: podemos mejorar la manera en que se vota en la Argentina sin esperar a que algo se rompa.
La boleta que usamos para votar es el vínculo entre las preferencias políticas de las personas y las responsabilidades de candidatas/as y partidos. Por lo tanto, el debate sobre la boleta es un debate de fondo, es un debate sobre la equidad en el acceso al voto y a la competencia electoral.
La elección que vamos a tener el año que viene va a coronar los 40 años de democracia ininterrumpida. En este período siempre tuvimos elecciones limpias y justas. Nuestro sistema electoral funciona, pero ese no es un argumento suficiente para no mejorarlo. Este aniversario que vamos a alcanzar es un gran logro en sí mismo. Pero también es un momento que nos interpela para seguir intentando fortalecer nuestra democrática. Y el debate sobre boleta única va directo al corazón de esa discusión.
Por eso desde CIPPEC lanzamos Democracia 40, un proceso de diálogo participativo, multiactoral, federal e intergeneracional que busca proponer políticas que potencien nuestra democracia y avancen en saldar las asignaturas que tenemos pendientes. Mejorar las instituciones políticas es uno de los seis ejes de este proyecto. Cómo mejorar la experiencia de los y las votantes, cómo fortalecer la equidad en el acceso al sufragio y las condiciones generales de la competencia son algunas de las preguntas a las que proponemos contribuir.
Estas son preguntas que se están haciendo cada vez más provincias en Argentina. Hace más de 10 años Córdoba y Santa Fe las respondieron introduciendo distintos tipos de boleta única. A inicios de este año, en Mendoza se hicieron estas preguntas, llegando a la misma respuesta. Y esto no es casual.
La boleta única de papel provista por el Estado garantiza el derecho de los y las votantes a elegir y de las agrupaciones políticas a ser elegidas, asegurando que la oferta completa esté disponible para todo el electorado, en todas las mesas de votación, en todo el territorio, durante toda la jornada electoral. A diferencia de la boleta partidaria que utilizamos actualmente, la boleta única aliviana el esfuerzo que deben realizar las agrupaciones para garantizar la disponibilidad de las boletas el día de la elección.
Quienes critican la boleta única de papel lo hacen argumentando que genera mayor fragmentación e incrementa las probabilidades de un gobierno dividido. Pero no es la boleta única la que genera esto. Lo que hace posible la BUP es que los votantes puedan manifestar con mayor facilidad sus preferencias políticas, mucho más fácilmente que el actual sistema de votación. La boleta partidaria hace más dificultoso el voto cruzado, porque implica cortar físicamente la boleta, con el riesgo de romperla o de equivocarse.
También existen algunos contraargumentos sobre su implementación, que sostienen que sería dificultosa en algunas provincias, dadas la enorme cantidad de opciones electorales existentes. Facilitar el voto a la ciudadanía debería ser el norte de un cambio cómo este, y es un beneficio que supera ampliamente los costos de implementación. Muchos de los contraargumentos vinculados a la implementación se centran en el diseño y se solucionan con el diseño también.
En las últimas cuatro décadas, y especialmente en los últimos 15 años, hemos avanzado con reformas políticas que fueron mejorando nuestra democracia: el voto joven y la ley de paridad son solo dos ejemplos. Podemos seguir introduciendo innovaciones que fortalezcan nuestra democracia y nos permitan continuar y potenciar este legado, sobre la base de la evidencia y a partir de consensos. ¿Hay mejor manera de festejar los 40 años de democracia que fortaleciéndola?