Publicado en julio de 2021
La pandemia del COVID-19 se inició como una crisis sanitaria, pero rápidamente se transformó en un desafío de naturaleza social, laboral, educativa y económica. Como muestran estudios realizados en crisis anteriores, los efectos de esta pandemia no son homogéneos a lo largo de los distintos sectores sociales (Busso y Messina, 2020; Furceri et al., 2020). Las familias con menores recursos económicos no sólo son las más afectadas en el corto plazo, sino que también es esperable que sean las que más tarden en recuperarse de las consecuencias que deje las crisis (Busso y Messina 2020). En este sentido, este estudio propone mirar de cerca los cambios que se están produciendo en sectores sociales que viven en condiciones de extrema vulnerabilidad a partir de analizar el caso del Barrio Mugica (Barrio 31). Se espera que este análisis permita mejorar la identificación de las necesidades de esta población y el diseño de las políticas públicas de respuesta a la crisis. Este estudio es de carácter descriptivo y utiliza datos de panel de 750 hogares del Barrio, para los cuales tenemos información de 2018/9 y 2020.
Del análisis se desprenden tres grandes tendencias. En primer lugar, la tasa de empleo en el Barrio cayó 17 puntos entre 2018-2019 y noviembre 2020, mientras que la EPH muestra que en el AMBA la caída interanual fue de 10 puntos. Los mayores efectos de la crisis en el Barrio Mugica seguramente estén vinculados no sólo a la distribución sectorial del empleo, sino fundamentalmente a la mayor exposición a la informalidad laboral que tenían estas familias antes del shock económico. En segundo lugar, esta crisis generó un paso masivo a la inactividad laboral. Si bien las mujeres siguen siendo aquellas con mayores tasas de inactividad, se observa, comparando los datos de hace dos años con los actuales, que los hombres que pierden su empleo suelen salir del mercado de trabajo. En tercer lugar, la pérdida de puestos de trabajo afectó la principal fuente de ingresos que tenían las familias dejando al 70% de los hogares con ingresos menores a los que tenían antes del inicio de la crisis. Aun cuando la totalidad de las familias recibió algún tipo de programa social, este flujo de ingresos no logró compensar las pérdidas salariales. Estos recortes en los ingresos también dejaron a las familias más expuestas a la inseguridad alimentaria, con un incremento de 25 puntos porcentuales en la tasa de familias que asisten a comedores o merenderos en el barrio respecto a 2018/2019.
Estas tendencias ponen de relieve al menos 5 desafíos para pensar las políticas de recuperación social y económica de esta crisis. El primer desafío es cómo proteger a las familias durante el shock, es necesario implementar una solución de corto plazo para atender a estas familias que han perdido sus empleos y no tienen ahorros de los cuales valerse. El segundo desafío es cómo pensar la reapertura económica para facilitar el proceso de reincorporación de los trabajadores que se encuentran ahora en la inactividad. Para ello será necesario reabrir en el corto plazo, y de manera sostenible, los centros de primera infancia y escuelas. Además, será importante desarrollar incentivos para la generación de nuevos puestos de trabajo en el mediano plazo. El tercer desafío es cómo generar habilidades para el trabajo que les permitan a estas familias acceder a empleos de mayor calidad en el futuro. Esta crisis es quizás la oportunidad para pensar programas más ambiciosos de generación y fortalecimiento de habilidades para el trabajo. El cuarto desafío es cómo cerrar las brechas digitales en un mundo cruzado por la virtualidad: los datos del Barrio Mugica muestran indicadores de acceso a computadoras e internet en el hogar que están por debajo de la media para el AMBA. Para pensar en el futuro del trabajo, se requiere mejorar el acceso y la calidad de conexión a internet de estas familias, dado que esto les permitiría acceder a materiales educativos, información y capacitaciones, pero adicionalmente sería una oportunidad para avanzar en la digitalización de los emprendimientos productivos existentes (Azuara et al. 2020). El quinto y último desafío es cómo mejorar la coordinación de políticas para gestionar la salida de la crisis. Esto implica una serie de desafíos: de coordinación al interior del ejecutivo y entre los distintos niveles de gobierno, de articulación con el sector privado y de intermediación laboral con las personas que viven en condiciones mayor vulnerabilidad social y suelen estar menos conectadas con el mercado de trabajo formal.