Hacia una política nacional de evaluación educativa a gran escala al servicio de la mejora de los aprendizajes


Publicado en agosto de 2023

El mundo enfrenta una “crisis del aprendizaje” (UNESCO, 2013; Banco Mundial, 2018; UNICEF, 2021). Una proporción elevada de niños, niñas y adolescentes que están dentro del sistema educativo no alcanza resultados de aprendizajes satisfactorios.  

En Argentina, tanto las evaluaciones internacionales como las nacionales evidencian un déficit marcado de habilidades fundamentales en Lengua y Matemática. En secundaria, el último dato disponible surge de las pruebas Aprender 2022, que muestran que 4 de cada 10 y 8 de cada 10 adolescentes escolarizados en el último año del nivel secundario no alcanzan un nivel satisfactorio en Lengua y Matemática, respectivamente. 

En este contexto, existe un acuerdo amplio entre las autoridades educativas nacionales y organismos especializados en educación sobre la importancia que tienen las evaluaciones de aprendizajes a gran escala como un insumo esencial para la mejora de la calidad educativa. Este tipo de evaluaciones se implementan a nivel del sistema educativo sobre la totalidad o una muestra de estudiantes de un grado específico, y son estandarizadas en cuanto a dominios (contenidos y habilidades) y grados evaluados, período de evaluación, metodología de corrección y resultados.  

Ahora bien, para que las evaluaciones de aprendizajes a gran escala se transformen en una verdadera herramienta para la mejora, es necesario tomar un conjunto de decisiones estrechamente vinculadas entre sí. La primera de ellas es definir su propósito general: no contar con un “para qué” claramente especificado puede generar inconsistencias que van desde el diseño de las pruebas hasta cómo se difunden y utilizan sus resultados. El segundo paso es precisar quiénes serán los usuarios de la evaluación, los productos que se derivarán de sus resultados y el uso esperado para cada uno de ellos. Estas decisiones son fundamentales para determinar tres características clave del diseño de la evaluación: su alcance es decir, si será censal o muestral, los grados o años y el contenido y las habilidades a evaluar y, por último, la frecuencia con la que se llevará a cabo.   

A 30 años del inicio de las evaluaciones de aprendizajes a gran escala en Argentina, su sostenimiento por parte de los distintos gobiernos, más los recientes planes nacionales de evaluación 2020-2021 y 2023-2024, promovidos desde el Ministerio de Educación y aprobados por el Consejo Federal de Educación, reflejan un consenso sobre la importancia de su implementación. Esto también se evidencia en la cantidad de jurisdicciones que han llevado a cabo evaluaciones propias: desde 2019, un total de 12 jurisdicciones lo han hecho, mientras que otras 3 tienen previsto hacerlo en 2023. 

Sin embargo, una de las debilidades principales de las evaluaciones a gran escala en Argentina durante todos estos años ha radicado en la falta de definiciones acerca de cómo se espera que ocurran las mejoras en el sistema educativo a partir de sus resultados. Esta situación de indefinición sobre los propósitos de la evaluación, luego se refleja principalmente en dos áreas: primero, en la falta de previsibilidad respecto de los productos que se derivarán de sus resultados y el uso esperado para cada uno de ellos; y segundo, en el diseño de las pruebas, donde la cobertura censal o muestral, los dominios o grados evaluados y la frecuencia de evaluación han ido cambiando sin que se tenga muy claro el porqué.  

En este marco, este documento presenta un conjunto de recomendaciones para el diseño de una política nacional de evaluación de aprendizajes a gran escala que sirva como una herramienta eficiente al servicio de la mejora de la calidad educativa. Propone la necesidad de planificar las evaluaciones a gran escala en un horizonte temporal de 10 años, período que posibilitaría implementar distintos tipos de dispositivos evaluativos, examinar diferentes dominios sin sobrecargar a las escuelas y estudiantes con una gran cantidad de pruebas en un mismo año, y realizar una definición más precisa de usuarios y usos esperados de los resultados de las pruebas. En concreto, esta política nacional de evaluación se basaría en:

  1. Implementar evaluaciones censales quinquenales para elaborar un mapa nacional de aprendizajes y trayectorias educativas a nivel de escuela.
  2. Continuar las evaluaciones de diagnóstico sobre las áreas fundamentales de Matemática y Lengua, con operativos muestrales bienales al final de la primaria y la secundaria.
  3. Iniciar la evaluación de habilidades socioemocionales también en los niveles primario y secundario.
  4. Fortalecer los esquemas de coordinación entre Nación y las jurisdicciones para evitar superposiciones de evaluaciones y fomentar su complementariedad.
  5. Promover procesos de evaluación formativa en el aula de manera de reforzar el uso y calidad de este dispositivo pedagógico por parte de los y las docentes. 

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