Publicado en marzo de 2019
El período comprendido entre los 10 y los 19 años es crítico en la vida de las personas. Durante esos pocos años cuando se cristalizan las capacidades humanas acumuladas desde la primera infancia y al mismo tiempo se comienzan a atravesar hitos fundamentales de transición a la edad adulta. La adolescencia es un período de enormes transformaciones biofísicas, sociales y psicológicas. A menudo está invisibilizada como fase, cuando en verdad su especificidad requiere, precisamente, de una atención particular.
Cada adolescente es una persona única que se desenvuelve en un contexto histórico-espacial particular, que a su vez incide sobre su condición social, económica, étnica, de género y cultural. Atender a esta diversidad y a sus implicancias en términos de política pública puede lograrse abordando eventos críticos en la vida de los adolescentes. La terminalidad educativa, la inserción en el mercado laboral, el inicio de la vida sexual y reproductiva y la salida del hogar de origen son situaciones interrelacionadas cuya secuencia temporal, momento de ocurrencia y calidad contextual tienen un enorme impacto en la posibilidad de ejercitar derechos y alcanzar umbrales de bienestar y desarrollo en la adolescencia y la juventud.
La inversión social a través de políticas públicas integrales es un factor clave para que los adolescentes transiten trayectorias de inclusión.
La tenencia del primer hijo durante la adolescencia es un hito particularmente importante. El embarazo y maternidad o paternidad a edades tempranas expone a los adolescentes a un conjunto de responsabilidades de cuidado cuando todavía no han consolidado sus trayectorias escolares y laborales: el embarazo y la maternidad en la adolescencia refuerzan tendencias a la interrupción de la trayectoria escolar, y a inserciones precarias del padre adolescente en el mercado de trabajo (y mayor inactividad de parte de las madres). Además, favorecen la reproducción intergeneracional de la pobreza, dado que el fenómeno se presenta con mayor frecuencia en hogares de menores recursos: 9 de cada 10 madres de 15 a 19 años pertenecen al 30% de los hogares de menores ingresos en la Argentina (EPH, 2017).
La maternidad a edades tempranas también refuerza inequidades y roles tradicionales de género. Esto se exacerba cuando la madre no estaba buscando quedar embarazada en ese momento.
La no intencionalidad es especialmente alta en la adolescencia: 7 de cada 10 adolescentes madres declaran no haber planificado su embarazo. La imposibilidad de planificar acertadamente su calendario reproductivo llama la atención sobre la falta de garantía de los derechos sexuales y derechos reproductivos de los adolescentes a través de la provisión de servicios, insumos e información de calidad.
La interconexión de los hitos que atraviesan los adolescentes trae aparejada una enorme complejidad a la hora de identificar factores de protección. Pero también representa una oportunidad que puede ser aprovechada mediante una aproximación verdaderamente sistémica a la protección integral de derechos.
Abordar el fenómeno del embarazo no intencional en la adolescencia implica, necesariamente, una perspectiva transversal que involucre a las diversas áreas competentes. A su vez, es preciso garantizar la consistencia absoluta entre los niveles centrales de la administración y las burocracias de calle representadas por los efectores de salud, educación y desarrollo social.