Publicado en noviembre de 2022
En el marco de la pandemia, el espacio público tuvo un lugar fundamental para superar los desafíos sanitarios, sociales y económicos y, por lo tanto, para la reactivación de las ciudades y la vida cotidiana de las personas. Las ciudades se valieron de diferentes estrategias orientadas principalmente a la reactivación comercial y, al mismo tiempo, a darle un uso seguro al espacio público. La crisis que se generó a raíz del COVID-19 configuró una oportunidad para repensar y redefinir qué relevancia se le otorga al espacio público, cómo se lo diseña y cómo se construye ciudad.
Esta publicación pretende destacar la relevancia del espacio público y entender el impacto que tuvo la pandemia en cómo este se usa. También busca establecer la importancia de concebir estos espacios de un modo integral en la gestión y planificación urbana, especialmente en función de los desafíos urbanos actuales.
Existen tres tipos de espacio público: calles y veredas, ferias y mercados y espacios verdes y cada uno cumple roles específicos y producen beneficios positivos en el funcionamiento urbano. Estos tipos de espacios públicos ordenan y estructuran la ciudad, y cumplen un rol de cohesión social, participación cívica, desarrollo económico y también brindan beneficios ambientales. Las diferentes definiciones y formas de concebir el espacio público subrayan alguna de estas funciones. Desde la óptica ambiental, un concepto relacionado al de espacios verdes es el de infraestructura verde, pero que resulta superador, por ser más completo y estar mejor adaptado al contexto urbano actual.
A su vez, el espacio público opera como un elemento que afecta la conducta humana. Dependiendo de cómo se diseña o rediseña, puede modificar el comportamiento de las personas y, por tanto, configura un activo de suma potencia en la gestión local. Pero para que el espacio público sea realmente transformador y tenga tales efectos positivos, debe ser accesible, confortable, ser percibido como seguro y estar nutrido de elementos que inviten a las personas a interactuar o permanecer allí. El espacio público es, entonces, una herramienta transformadora para garantizar un futuro con mayor calidad de vida, especialmente al considerar los desafíos sociales, económicos y climáticos a los que se enfrentan las ciudades.
Uno de estos desafíos fue la aparición del COVID-19, que devino en pandemia y puso en jaque el funcionamiento de las ciudades a nivel global. La necesidad de aislamiento y luego distanciamiento para minimizar contagios impactó de lleno en la movilidad y el uso del espacio público. Las restricciones a la circulación también impactaron en los comercios de proximidad, como los locales gastronómicos. Ante la necesidad de reimpulsar la economía, reactivar comercios barriales de cercanía y volver a nutrir de personas los diferentes tipos de espacio público, los gobiernos locales se valieron de diferentes estrategias. El urbanismo táctico facilitó intervenciones rápidas para expandir redes de ciclovías, generar nuevos centros comerciales, a cielo abierto y seguros, en lugares que previamente estaban destinados a vehículos particulares.
Algunas ciudades de Argentina se destacaron por su innovadora forma de intervenir y reactivar espacios públicos en contexto de pandemia. Mar del Plata, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, la Ciudad de Mendoza y la Ciudad de Córdoba son casos que ofrecen buenas prácticas e interesantes aprendizajes al analizar la manera en que impulsaron el espacio público. En provecho del contexto originado por la pandemia, estas ciudades impulsaron cambios profundos y necesarios en términos de movilidad o adaptación climática. Así, este documento se propone servir de base para funcionarios/as locales y tomadores/as de decisión vinculados a la gestión del espacio público, con el propósito de contribuir en el proceso de planificación y gobernanza de las ciudades en Argentina.