Publicado en enero de 2022
Las políticas previsionales tienen como objetivo principal la redistribución de ingresos y, por consiguiente, de la capacidad de consumo entre distintas generaciones de una población. Estas herramientas suelen ser utilizadas para redistribuir recursos entre sectores de la sociedad definidos por otros criterios, tales como niveles de ingresos previos, ocupaciones laborales, género o lugar de residencia.
Más allá de los objetivos explícitos de redistribución, es habitual observar que los sistemas previsionales producen efectos no necesariamente planeados por quienes los diseñaron. Medir estos efectos posibilita evaluar la efectividad de las políticas, ya que los mismos pueden reducir o incluso revertir los impactos buscados inicialmente. Los sistemas previsionales pueden ser considerados como esquemas de política pública de recaudación y transferencias similares a otras como la provisión de servicios de salud o de infraestructura, o como un esquema de ahorro forzoso de parte de los salarios, que luego son devueltos a los individuos. Adoptar una u otra definición tiene un fuerte impacto en el análisis y posibles conclusiones, por lo que es necesario abordar la discusión respecto a los impactos esperados del sistema previsional.
En Argentina, el diseño de los sistemas previsionales ha tendido a mantener un sesgo distributivo progresivo, gracias al rol de varios elementos como los haberes mínimos y máximos, el uso de fórmulas progresivas en el cálculo de los beneficios, el otorgamiento de beneficios no contributivos o semicontributivos a amplios sectores de la sociedad y algunas condiciones ventajosas para las mujeres. Sin embargo, algunos aspectos no considerados en el diseño original de los esquemas, pero relevantes en la práctica, han tenido efectos regresivos sobre la distribución, como el financiamiento de beneficios con recursos de rentas generales, la fragmentación del sistema con mejores beneficios para determinados grupos (a través de distintos regímenes de excepción), los efectos de diferenciales de mortalidad y otros similares. Por ello, el impacto final sólo puede ser evaluado con datos reales, aún en un contexto de información incompleta.
Por sus objetivos básicos y su diseño, es inevitable que los sistemas previsionales tengan impactos distributivos. Esto lleva a que el principal desafío para quienes los diseñan e implementan no es evitarlos o minimizarlos, sino hacerlos explícitos y transparentes, mostrando qué sectores de la sociedad se benefician y en qué magnitud, facilitando así un debate público. Avanzar en esa dirección permitirá la construcción de un sistema con más credibilidad y, por consiguiente, sostenibilidad en el mediano y largo plazo.