La ley de “blanqueo” de capitales apunta a fortalecer un mercado de divisas, hoy desdobladoentre el oficial y el paralelo, y dar oxígeno a las reservas, cuya tendencia (y menos, su nivel) preocupa al gobierno. Esta medida podría traer algunos recursos frescos para la inversión pública y el mercado de construcción e inmobiliario, dos componentes importantes de la demanda que podrían estimular la reactivación de la economía. Sin embargo, corrompe la moral tributaria y relega a los gobiernos provinciales. La pregunta que surge entonces es si con la Ley solo se está poniendo un parche o si se soluciona el tema de fondo, es decir, si se abordan los desequilibrios que provocan la fuga de reservas.