Las capacidades que las personas desarrollan durante su niñez y juventud determinan, en buena medida, las oportunidades y herramientas que van a tener para construir su proyecto de vida e integrarse activamente en el mundo del trabajo en su adultez. Al mismo tiempo, esas capacidades reflejan el capital humano con el que cuenta Argentina para apalancar su desarrollo económico y social.
La escuela secundaria es el último nivel educativo formal por el que pasa la mayoría de las personas. El mayor aporte que puede plantear esta instancia de formación es enseñar saberes fundamentales (lectura, escritura, pensamiento lógico-matemático, inglés), desarrollar habilidades digitales y promover habilidades blandas (como trabajo en equipo, la comunicación y la toma de decisiones). Sin embargo, en un contexto atravesado por desigualdades estructurales y un empobrecimiento generalizado de las juventudes, la escuela secundaria en Argentina hoy encuentra dificultades significativas para cumplir con sus objetivos. A nivel nacional, esta realidad se traduce en que sólo el 13% de los y las estudiantes que ingresan al
nivel primario llega al último año de la secundaria en el tiempo teórico esperado (12 años) y con aprendizajes satisfactorios en Lengua y Matemática (Argentinos por la Educación, 2023).
Indudablemente, las credenciales educativas tienen valor en el mercado laboral. La
probabilidad de que los y las jóvenes accedan a trabajos de calidad (es decir, con más de 30 horas semanales y aportes jubilatorios) es considerablemente mayor entre quienes terminaron el nivel secundario. En 2021, el 33% de los y las jóvenes de entre 25 y 29 años con secundaria completa accedía a trabajos de calidad, en contraste con el 9% de sus pares que no completaron el nivel (Encuesta Permanente de Hogares, 2022). A su vez, las personas adultas ocupadas que completaron el nivel secundario recibieron, por cada hora de trabajo, un 37% de ingresos más que sus pares que no completaron el nivel y un 52% menos que sus pares que accedieron al nivel superior.
No obstante, al observar con mayor detalle este fenómeno, vemos que debido a la dinámica de un mercado laboral reducido, y a que el paso por la escuela secundaria es insuficiente para adquirir las habilidades que permiten acceder a los escasos trabajos de calidad que ofrece ese mercado, un título de secundario no garantiza una buena inserción en el mundo laboral. Producto de esto, la inversión en educación que las personas tienen que hacer para acceder a trabajos de calidad es cada vez mayor.
En este escenario, ante el desafío de impulsar el desarrollo socioproductivo con inclusión, la escuela secundaria resulta estratégica: el mayor aporte que puede hacer es garantizar que la totalidad de los y las adolescentes se gradúen incorporando aprendizajes significativos.
Para lograr una transformación de la escuela secundaria, desde CIPPEC proponemos pensar en un modelo nuevo que se apoye en ciertos pilares: uno de ellos es la extensión de la jornada escolar, una política que busca reforzar los aprendizajes fundamentales, acompañar las trayectorias escolares de los y las estudiantes en riesgo de abandono escolar y facilitar la transición hacia el mundo del trabajo. Se parte desde la perspectiva de igualar oportunidades, a partir de la cual el propósito es que los y las estudiantes de sectores sociales más desfavorecidos accedan a experiencias de aprendizaje que sus pares de sectores más favorecidos adquieren en el circuito privado.
El objetivo es consolidar una propuesta formativa enriquecida en una jornada escolar de 7 horas, dentro las cuales se propone incorporar horas para: 1) fortalecer Lengua y Matemática en distintos formatos –horas de clase tradicional, nivelación de aprendizajes, tutorías entre pares, plataformas adaptativas, taller de escritura/literatura–; 2) fortalecer Inglés; 3) incorporar un espacio curricular con una propuesta distinta según año de estudio –en los primeros años, asociado a la construcción del oficio de estudiante y hábitos de estudio, mientras que, en los años superiores, vinculado a proyectos sociocomunitarios, orientación vocacional/laboral, prácticas profesionalizantes–; 4) actividades autogestionadas por los y las estudiantes en función de sus intereses, con un docente referente, a modo de clubes estudiantiles; 5) desarrollo de pensamiento computacional, programación y robótica.
Por otra parte, otro elemento fundamental en esta propuesta es la articulación de la
secundaria con el mundo del trabajo, una labor que requiere de abordajes sistémicos que reconozcan el lugar que ocupa el trabajo remunerado en las oportunidades de adquirir autonomía económica. La articulación de la educación y el trabajo, entendida como perspectiva transversal del sistema educativo y a la escuela secundaria, puede ser instancia propicia para dotar a las juventudes de saberes y herramientas que les permitan interpretar e interactuar en entornos laborales. A su vez, la extensión de la jornada puede favorecer a un esquema progresivo de concentración horaria de los y las docentes que se desempeñen en una escuela y no en muchas, si se prioriza la asignación de las horas extra a quienes ya tienen una carga horaria alta en una escuela.
Al mismo tiempo, la extensión de la jornada escolar puede ser una herramienta que
fortalezca el vínculo de la escuela con otros espacios cercanos, como podrían ser
bibliotecas populares, centros culturales, clubes o asociaciones vecinales, dentro de las
cuales realizar distintas actividades.