¿Qué es la primera infancia?
La primera infancia es el período comprendido entre el embarazo y los primeros cinco años de vida de una persona. Existe consenso entre diversas disciplinas en relación a la importancia de esta etapa para el desarrollo de habilidades cognitivas, físicas y emocionales. Resulta central garantizar en esta etapa entorno amigable y seguro, por lo que es preciso que las familias sean apoyadas en sus roles de crianza y cuidado. La mayoría de los países latinoamericanos emprendieron en los últimos 20 años un compromiso público en facilitar trayectorias de inclusión desde el primer momento, fundándose en argumentos vinculados tanto con los derechos del niño y la niña como con la eficiencia de invertir socialmente en este período. Sin embargo, persisten vestigios de una lógica familiarista que aún condiciona el bienestar de los niños y niñas en función de los recursos materiales y simbólicos con los que cuentan las familias.
¿Por qué es importante invertir en primera infancia?
Porque los niños y niñas son sujetos de derechos
Existen varios argumentos que justifican la centralidad de la primera infancia y comprometen al Estado a asumir una responsabilidad activa en garantizar su bienestar y desarrollo. En primer lugar, porque los niños y niñas son sujetos de derecho, como lo establece la Convención Internacional de los Derechos del Niño, a la que Argentina ha suscripto y le ha dado jerarquía constitucional. Además del reconocimiento de una serie de derechos, la Convención responsabiliza al Estado de tomar medidas propicias para garantizar su goce pleno.
Porque es la inversión más eficiente
Si bien esta justificación es suficiente, existen otras que se relacionan con la eficiencia de invertir en este grupo etario. En segundo lugar, el campo de las neurociencias ha dejado en claro que durante estos pocos años se forma el 40% de las habilidades mentales de las personas adultas. La estimulación temprana contribuye a generar más conexiones neuronales y a un mayor desarrollo de las funciones cognitivas de los niños. La evidencia señala que los niños que crecen en un ambiente seguro y de calidad tienen mejores rendimientos educativos y laborales en el futuro, así como mayor probabilidad de alcanzar umbrales decentes de bienestar. En consecuencia, invertir en esta edad es más eficiente que implementar políticas que compensen los déficits experimentados durante este período.
Porque es una estrategia clave de cara al fin del bono demográfico
En tercer lugar, por la transición demográfica que nuestro país está atravesando. Actualmente Argentina cuenta con una mayor proporción de personas en edad activa laboral que personas dependientes (fundamentalmente niños y personas mayores). Esta relación se invertirá en 2043, por lo que es preciso dotar a las nuevas generaciones de todos los recursos necesarios para que logren ser más productivos en el futuro y puedan sostener el esquema de transferencias intergeneracionales que caracteriza al régimen de bienestar.
Porque contribuye también a garantizar los derechos de las mujeres
Finalmente, la inversión pública en primera infancia tiene un efecto colateral positivo en lo que respecta a la participación laboral de las mujeres. Desfamiliarizar el cuidado, es decir, distribuir estas responsabilidades socialmente con una participación del Estado a través de tiempo, dinero y servicios, facilita la inserción laboral de las mujeres y mejora la calidad de sus trayectorias en el mercado de trabajo.
¿Qué implica una política integral de Primera Infancia?
Uno de los desafíos de una política integral de primera infancia es que ningún organismo del Estado tiene rectoría sobre el conjunto de programas que deben abordar la situación de los niños en esa edad. En consecuencia, es preciso generar los mecanismos de coordinación y articulación necesarios para que distintas áreas trabajen de forma mancomunada. En términos de políticas, estas deben garantizarles a las familias con niños/as acceso a:
- Tiempo para cuidar: A través de un régimen de licencias universal, con un enfoque de coparentalidad y cuidado compartido y adaptable a los formatos de familia en toda su diversidad. Podés ver la propuesta de CIPPEC aquí.
- Dinero para cuidar: Garantizar un ingreso con el que las familias puedan contar para cubrir las necesidades de sus hijos. En Argentina existe el régimen de asignaciones familiares, compuesto de tres subsistemas: la Asignación Universal por Hijo para Protección Social (AUH), las Asignaciones Familiares, y las deducciones del impuesto a la ganancia. Aquí podés ver la propuesta de CIPPEC para mejorar la equidad entre los subsistemas.
- Crianza, Enseñanza y Cuidado (CEC): La existencia de dispositivos de crianza, enseñanza y cuidado, tanto en el ámbito del sector educativo como de desarrollo social, tiene un gran potencial para el desarrollo infantil temprano, cuando cuenta con los estándares de calidad suficientes. Aquí podés ver la propuesta de CIPPEC al respecto.
Finalmente, es necesario que una política integral de primera infancia cuente con la asignación presupuestaria adecuada para la implementación de sus programas. En Argentina, la Inversión Pública en Niñez y Adolescencia (IPNA) muestra una tendencia creciente desde 1995, con hitos importantes como la creación de la AUH y la Ley de Financiamiento Educativo. La mayor parte de esa inversión corre por cuenta de las provincias, que son las responsables de los servicios de educación y salud. Sin embargo, la Nación complementa a través de las transferencias familiares y otros programas críticos y con alto impacto. La tendencia creciente observa, sin embargo, momentos de retroceso durante períodos de recesión económica. En consecuencia, el ejercicio de los derechos de los niños está condicionado a la evolución de la situación macroeconómica. En el siguiente estudio sobre la inversión en la infancia, podés encontrar un análisis pormenorizado de la evolución de la inversión y recomendaciones para galvanizarla ante los vaivenes de la economía argentina.