La participación del sector privado en la oferta de CEC es casi ocho veces mayor para el quintil más rico que para el quintil más pobre (75,5% y 9,9%), respectivamente.
Esta inequidad socioeconómica se ve agravada también por la inequidad de género. Son los quintiles más pobres los que tienen una mayor proporción de mujeres (en muchos casos, como jefas de familia). La dificultad que tienen estas familias para acceder a instituciones de CEC recarga a estas mujeres y empeora sus posibilidades de participación laboral. Esto, a su vez, empeora la calidad de vida de la familia y contribuye a la reproducción intergeneracional de la pobreza.